Yo no. Mi único problema es cargar un paquete de
nueve litros de agua embotellada; la compra mínima de ensalada, verdura y fruta
(seguimos sumando) a 40 grados centígrados. Nada, chavalote maño pirenaico, o
mueres o ganas. Ganas llevar la carga a casa, por cierto. Y me sale un paisano
de esos que más bien no, no, no. Uno que vive cerca. Y que te entra sin decirte
buenos días, mal desayuno te de Satanás, escupe que tiene un problema. Ya.
Otra persona lo apabulla, pero no es mi estilo. Le
suelto una que suele ser fija cual diana: “Problema de vida o muerte, supongo,
o no me toques las pelotas.”
De vida o muerte, hay que ser gafe. Ayer noche se
les murió el suegro. El abuelo de su nene, que está fatal. Vale. Le di clases
al chaval hace unos años, de apoyo. No
lo hubiera apuntalado ni un bosque de vigas de roble bueno, a qué mentir.
Cuando en una casa lo único encuadernado que hay es la Guía Telefónica, te
haces un diagnóstico.
Por supuesto, poco que rascar. Ni pensarse que el
nene fuera con sus padres al tanatorio, ni al entierro. Me contó que había
tenido pesadillas. A ver si se le iba la olla, o se atontaba, que a los doce es
mala edad. Malísima, ya. Si hacía falta…
Me lo endosaba una hora, mientras su madre –la de
él- llegaba desde el pueblo. Si hace falta…
Una hora. Se acordaba de mí años antes. Malo.
Saqueaba la nevera, peor. Peor ya no hay nada, así que se la solté:
-¿Te caía bien? El viejo.
La mayoría eran frailes viejos, flacos y compuestos,
incoloros, inodoros y (supongo) insípidos. No todos. Los había de rostro
afilado y verdiazul. Los había hinchados bajo el hábito. ¿Daba miedo? Mostraba
las caras de la muerte. El respeto debido, las variaciones físicas, el danzar
de los velones creando sombras irreales. Ir a ver a los muertos era parte de la
vida. Incuestionable. Al final me costó la pasta, el taxi para que subiera al
tanatorio y se peleara con sus padres si era el caso. Si tiene pesadillas, que
sean reales.
Imagen propia, bajo la misma licencia que el blog.
La vida y la muerte van unidas, un buen texto reflejo de estos días. Un abrazo maño.
ResponderEliminarGracias. Proteger irracionalmente es una estupidez.
ResponderEliminarEnfrentarse a la realidad es parte de la vida, guste o no. Otra cosa es saber afrontarlo.
ResponderEliminarUn saludo
A menudo me pilla muy a traspelo, Carmen, la cantidad de imbéciles (de ambos sexos) que andan sueltos por el mundo negando a sus retoños la única realidad incuestionable: que somos mortales. Gracias por leerlo, y feliz agosto.
ResponderEliminarEs que hay veces que no sabes si es tonto el niño, o el padre.
ResponderEliminarMás bien suelen serlo los padres, Pedro, y de tal palo...
ResponderEliminarTal astilla y la sota de bastos.
ResponderEliminarVa a ser eso mismo, Juan.
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