Una fantasma en Nueva York

 







Hope cerro la maleta de nuevo. Miró con ojos tristes la que había sido hasta ahora su habitación. No se le olvidaba nada, la furgoneta de la mudanza pito y la chica corrió escaleras abajo hasta llegar a la puerta de la casa. Thomas dormitaba en el asiento trasero del coche su madre le ayudo a meter la maleta con sus cosas más preciadas en el maletero.

Su padre hablaba con los trasportistas, sería un viaje muy largo. Ya estaba acostumbrada en sus once años de vida había perdido el numero de mudanzas y esta vez sería a la gran manzana.

Los adultos se fueron turnando para conducir y cuando amanecía su padre los despertó para que vieran la estatua de la libertad en la lejanía. Durante un par de semanas vivirían en un hotel mientras acababan las obras de su nueva casa a las afueras.

El Hotel Olimpus tenía un porte grandioso que se veía un poco deslucido por los edificios que habían ido creciendo a su alrededor. Sus columnas y algunas gárgolas que aunque no eran contemporáneas le daban color al lugar.

Hope le dijo a su hermano al oído en cuanto bajaron del coche que aquel lugar debía tener por lo menos mil años. Los ojos del pequeño se iluminaron.

Los primeros días los niños se quedaron solos ya que su madre comenzaba a trabajar y su padre tenia que resolver asuntos varios en aquella gran urbe. El servicio de canguro del hotel los dos primeros días funciono pero al tercero su cuidadora no apareció.

Se dedicaron a subir y buscar desde la ventana más alta si vislumbrar  Central Park. No hubo suerte lo más parecido a entretenimiento que encontraron fue en el piso 33 la biblioteca del hotel si podía llamarse así.

Grandes estanterías llenos de libros que se perdían en las alturas, mesas de roble y sillas en las que probaron a sentarse pero sus pies no llegaban al suelo. 


Cuadros colgados de señoras y señores que los miraban inquisitivamente con ropas de hacia mucho tiempo. Pero allí tampoco estaba el gran parque. Lo más cercano eran un par de ardillas que estaban disecadas y un alce que parecía más un perchero y que el paso de los años lo había apolillado. Salieron de allí con el tiempo justo para llegar a su habitación antes de que sus padres llegarán.

Los días pasaban y parecía que los arreglos de la casa se alargaban, por fin el domingo visitaron Central Park y disfrutaron toda la familia. El lunes llegó y siguieron sus aventuras en el hotel mientras su guardiana seguía sin aparecer a nadie parecía importarle demasiado, sobre todo por que no molestaban a nadie.

Hope y Thomas subían a diario a la biblioteca y se perdían entre los libros a veces se asomaban a las ventanas y también se perdían entre las calles y lo que se veían desde las alturas. El movimiento de los coches, el de la gente que parecían pequeñas hormigas y la ayuda de los prismáticos que habían recibido la navidad anterior, regalo de su abuelo.

Llego la última noche antes de partir hacia su nueva casa, quisieron visitarlo en la calma de la noche como queriendo buscar su esencia. Si de día era un lugar anclado en un tiempo pasado de noche lo era aun más. Sus padres salieron  para celebrar el comienzo de una nueva vida, y el bendito servicio de canguros volvió a fallar.

Subieron a la biblioteca que parecía extrañamente concurrida, se escuchaban susurros y vieron luces tenues. Abrieron la puerta y se encontraron a los habitantes de los cuadros sentados en una de las mesas deliberando algo muy grave.

Estaban tan concentrados en sus problemas que no se dieron cuenta de que estaban allí. Grandes bigotes, pelucas empolvadas de personajes que la gran mayoría no estuvieron nunca en aquel lugar.

Por lo que llegaron a entender había desaparecido una de ellos: Lady Penelope Talbot, nadie había abandonado su lugar en los ciento treinta años de vida del hotel y menos aun dejado su puesto de fantasmas cualificados.

Los niños desanduvieron su camino dejando aquellas apariciones debatiendo algo que no podían resolver. Hope recordó la historia que les conto su abuela sobre Penélope que se canso de esperar a Ulises y acabo por marcharse, quizá es lo que le paso a esta nueva heroína que eso de permanecer allí no era lo suyo.

Extrañamente la maleta de Hope pesaba mas que cuando llego. La abrió y se encontró un libro cuyo titulo: Penélope y un pequeño espejo le hizo comprender todo. No hubo tiempo para nada más.

Mientras se alejaban y pidió que nadie se diera cuenta de la polizona que llevaba en su maleta, después de todo serian cinco los que comenzaban una nueva aventura.

Desde entonces el pequeño espejo acompañaban a la chica en su mochila y Lady Talbot se convirtió en su mejor amiga que descubrió aquella ciudad que nunca llego a visitar en vida.

Y el libro de Penélope que Hope fue escribiendo, se convirtió en la historia de ambas después de todo Nueva York era un mundo dentro de muchos y quedaba mucho por descubrir y por vivir.

En el Hotel Olimpo mientras se cuenta una leyenda urbana que todas las noches los cuadros de la biblioteca cobran vida, todos memos uno que esta vacío.

 

 

 

 


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