Adivina quien viene a cenar... (Reto del Tintero de Oro)

 

Había cocinado toda la mañana, tenía pastela para repartir con medio barrio. Sentada en el sofá esperaba que Ramón terminara de preparar el picoteo antes de que empezara la película.

Después de haber estado con las manos en la masa todo el día lo que menos le apetecía era hacer la cena, por lo que el chino de abajo seria su salvación.

Se fue tras él por el pasillo mientras estaban en los anuncios, era su compañero de vida. Con algunas canas, con la tripilla de birra que tan bien le sentaba. Él canturreaba mientras sabía que ella estaba en el quicio de la puerta, observándolo. Su sonrisa iluminaba la habitación haciendo honor a su nombre: Kiran, rayo de luz. Era su luz desde que se despertaba hasta que se acostaba. No había sido fácil llegar hasta allí y el recordar el camino le hacia sonreír.

─ No me canso de ver esta película. Es curioso que se hiciera antes de mayo del 68 ─él abrió dos latas de refresco de cola ─ Los jóvenes deberían verla.

Volvieron al salón. Spencer Tracy, canoso y maduro, se escandalizaba al ver a su hija con un novio negro. No le importaba que fuera médico. Era negro.

─ Bueno, a mi padre tampoco le gustaste tu mucho, Ramón

─ Pero no sacó la cimitarra.

─ Porque mi madre se la escondió ─ Kiran se rio con ganas ─

En otras de las pausas Ramon le dijo a su mujer:

─ ¿Entonces esta noche viene Fauzia, y se quedará unos días?

─ Si, y viene con compañía, solo me ha dicho su nombre, Sig…─ se terminó el refresco y lo dejó sobre la mesa baja.

─ El que mató al dragón, el de los Nibelungos, medirá dos metros y será rubio.

─ Tú has visto muchos capítulos de la serie Vikingos y ahora quieres un yerno con drakkar.

Bromeaban, pero llevaban sin ver a su hija desde el verano. Siempre había sido la niña de la casa. Tanto de sus abuelos maternos como paternos, y aunque no había estado consentida había sido la única nieta. Para gran espanto del de la cimitarra, que hubiera querido una docena. Hasta que su yerno Ramón le mostró las cuentas de lo que cuesta criar una criatura y su suegro, que era tendero, lo entendió.

Y la puerta del dormitorio de su hija se cerró. Los envases de la comida china estaban en la cocina. Ramón apagó la luz del pasillo.

Kiran miraba por la ventana y cuando lo escucho llegar comenzó a bajar la persiana.

Él le puso las manos en los hombros. No se escuchaba nada en la casa.

─ No es lo mismo ver una película que ser protagonista.

Ella se giró buscando su abrazo

─ Con esto no pueden mis padres.

─ ¿Y tú?

─ ¿Las has visto mirarse a las dos? ¿Ves cómo sonríen? Es el mismo amor que nos tenemos nosotros.

─ Habrá que volver a esconder la cimitarra.

 

Ainhoa y Guille.

Para saber mas:

https://concursoeltinterodeoro.blogspot.com/2022/10/concurso-de-relatos-xxxiii-ed-el-gran.html