La casa de los espíritus, o no

 

Habían tenido mucha suerte. Haber sobrevivido al 29, y al 32. Nada era comparable a todo aquello, quizá una guerra. Ya hubo una, la gran guerra como la llamaban en Europa: pero de aquello poco sabían, o casi nada. 

Penny era capaz de arreglar la fontanería, la electricidad, tejados y averías que pudiera tener una casa. Lo había aprendido en el hogar de sus padres que era una casa  de huéspedes donde todos sabían hacer de casi todo. 

Nelson pese a su nombre no era amante del mar, prefería tierra firme. Por mucho que sus padres le dijeran que había nacido en un barco. Mucho mejor estar en tierra y dedicarse a las antigüedades y a las novelas victorianas.

Penny había llegado a Baltimore en uno de los trenes nocturnos donde nadie pagaba boleto. Enseguida supo hacerse indispensable para un matrimonio joven que llegaban también a la ciudad con sueños en su mente, y tenían dinero para gastar. 

Penny buscaba una máquina de escribir para que sus nuevos amigos pudieran comenzar su primera novela negra. Encontró una Diamond en la tienda que Nelson tenía. La máquina en cuestión se quedó con ellos, y los Donaldson consiguieron una Olimpia por 30 dólares.

Diez años después se compraron su primera casa, Penny había ya restaurado y vendido dos; pero aquella era un reto, tenia más de un siglo y había mucho por hacer. 

Maya era su hija, una pequeña terremoto de tez tostada y perseverancia, como su padre, y cabello rizado y mente curiosa como su madre. 

La pequeña siempre tenia los bolsillos llenos de trozos de comida o pequeños animales, y en el mes que llevaban en la calle ya era amiga de todos los perro, gatos, ratones y demás fauna. 

Penny se despertó de golpe en mitad de la noche. Estaba cansada, pero lo oía claramente. El estruendo de la máquina de escribir y el golpe del carro. Casi se enfadó, su hija era capaz de muchas cosas. Cogió la linterna, Nelson dormía. Avanzó deprisa por el pasillo y le costó abrir la puerta. No había nadie, la Diamond estaba inmóvil. 

- ¿Qué haces escribiendo a estas horas mamá?

Penny dio un respingo, y se volvió con el ceño fruncido hacia su hija que estaba tras ella con su propia linterna. 

- Me había parecido escuchar un ruido, hay mucho que arreglar en esta casa, vamos a la cama. 

Nelson llevaba un par de semanas acondicionando la habitación donde estaba la Diamond, era una estancia amplia y bien iluminada donde los tres podían trabajar. Él con sus antigüedades, ella con sus planos, Maya con sus deberes y sus primeros cuentos que había comenzado a escribir por influencia de los Donaldson y su escritor favorito, Dashiell Hammett que aunque era joven para leer acababa escuchando sus historias cuando el matrimonio escritor venia de visita. 

El último hallazgo de la casa fue el nido de cuervos que estaba en uno de los alfeizares de la sala de trabajo. Al parecer nadie le había prestado atención hasta entonces, y la pareja de cuervos que anidaba en ella estaba en plena puesta. Maya no perdía ripio de aquellos huevos azules, siempre desde una distancia prudente. Y plasmando sus impresiones en sus relatos y su diario. 

Una noche mientras cenaban miró a sus padres, y muy seriamente les dijo.

- Mamá cuervo que está aburrida sentada todo el día me ha estado contando cosas. Su marido está fuera siempre, trayendo comida para los dos. 

Ambos se sonrieron y Nelson le preguntó 

- ¿Y que te ha contado?

- Que le molesta mucho el sonido de la maquina de escribir, y yo le dicho que no la hemos utilizado hasta ahora.

ahora.

El montón de antigüedades seguía bajando algo que a Nelson le ponía la carne de gallina. Su último hallazgo fue una planchette muy usada algo que despertó su imaginación. 

Penny contrato a dos hombres para acuchillar los suelos, acudieron puntuales, un par de días y después desaparecieron, algo que les extraño. Asi hasta que uno de los trabajadores Bob le dijo que tenían miedo de trabajar allí ya que la casa estaba encantada.

Decidieron ser prácticos y usar la planchette para saber quién andaba por allí y que querían. 

 Se abrió la puerta y oyeron sin ninguna duda unos tacones que se alejaban por el pasillo dejando ver a Maya que escuchaba tras la puerta. A la mañana siguiente con lo leído en varios folios que Nelson escribió mediante escritura automática conocieron la historia. Victoria era la mayor de las hermanas, escritora, Alma poeta era la segunda y la que había salido fuera era Helena y por allí estaba también el doctor Brown marido de Victoria muerto en la guerra. 

Los cuatro estaban encantados de tener nuevos vecinos tan agradables y una niña tan guapa que escribe. 

También aparecieron en los folios unos graznidos que Maya interpreto eran de algún antepasada de los cuervos y se lo conto. 

A mediados de abril nacieron 5 hermosos cuervos. 

Este historia tiene un comienzo si queréis conocerlo pinchad aquí.

Y para saber más aquí.

Ainhoa y Guille.