Se le había hecho tarde,
pensaba en la comida y en que su marido llegaría hambriento de la faena,
posiblemente la abuela hubiera puesto el puchero al fuego.
Habían escuchado la sirena
antiaérea a lo lejos, y se escondieron bajo un puente. Aquel tiempo se hizo
eterno: las dos criaturas lloraban, guardándose entre las faldas de su madre.
Se volvió a escuchar la
sirena y todavía ella los mantuvo durante largo rato en su escondite.
Todos dormían. El mundo se había
detenido, y su madre le agarraba la mano haciéndole daño. Sus ojos abiertos de par en par miraban
mientras su madre tiraba de ella. Su hermano pequeño se agarraba a su pecho,
mudo.
No había quedado ninguna
casa en pie en el centro del pueblo, y entre las humeantes ruinas, todo era
silencio. Desorientada y como poseída caminó
sin encontrar su hogar.
Los niños gemían y se
aferraban aun más a su madre, sus ojos la miraban con terror buscando la calidez y la
tranquilidad que siempre les había ofrecido. En esta ocasión, mamá estaba tan
asustada como ellos.
Miró a lo lejos y no quedaba
nada de lo que había sido su hogar desde que tenía uso de razón. Poco quedaba
en pie, algo que le angustiaba y hacia que caminara más deprisa para llegar
donde aquella mañana había dejado su casa. No vio a canela moviendo la cola
dando la bienvenida, como hacía cada vez que regresaban a casa.
Los niños se habían orinado encima. Estaban mojados
y asustados, el pequeño tenia cerrados los ojos y escuchaba el
corazón de su madre que latía rápidamente. Las bombas cayeron principalmente en el núcleo urbano y en las fábricas
cercanas a la red ferroviaria. Aun así, casi nada había escapado a la destrucción.
Desde antes del inicio de la
guerra su padre hablaba de que en los sótanos de la casa había pasadizos que habían
pertenecido a contrabandistas, que los utilizaban para almacenar la mercancía y
escapar de la autoridad.
Rezó porque hubieran podido
huir y no se hubieran quedado atrapados
bajo tierra. Caminó hasta donde sabía que estaba la salida oculta, donde jugó tantas veces aunque se lo tenían
prohibido.
Dejó a los pequeños un poco
alejados pero sin perderlos de vista, hablándoles dulcemente les dijo que iban
a buscar a los abuelos y a papá. Al parecer no había caído cerca ninguna bomba, llamó a los suyos sin obtener respuesta. Tan
solo oyó su voz perderse por las galerías.
Llevaba algo de pan y queso
guardado, por lo que sentó a los niños y los entretuvo.
- Se nos ha pegado la comida
- dijo una voz tras ella.
Se volvió, allí estaban sus
padres y su marido, acompañados por la incansable canela.
Ellos habían tenido suerte
de estar vivos, muchos de sus convecinos, no. Cada uno de los adultos miraba la
desolación y maldecían a la guerra, uno de los jinetes del apocalipsis que
nunca venia solo: ya se escuchaban los cascos de los otros, el hambre, la peste
y la muerte.
Ayer se cumplieron setenta y nueve años del bombardeo de Guernica, durante cuatro minutos tan solo se escuchó el silencio precedido por una sirena antiaérea. Porque nada como esto vuelta a ocurrir y por las victimas de tantas guerras absurdas.
Imagen propia.
Imagen bajo la misma licencia que el Blog.
Imagen bajo la misma licencia que el Blog.
Autora de la foto: Gregoria Morán.
Ojalá nada de eso volviera a ocurrir pero, sigue ocurriendo. Son otras gentes, otros países, otras víctimas....sigue ocurriendo.
ResponderEliminarLastimosamente si y de alguna u otra manera todo tenemos algo que ver en ello. un abrazo Ambar.
EliminarUn desastre que auspició muchos, muchos más. Los bombardeos a la población civil se han convertido en moneda corriente en cualquier guerra que salpique de horror el mapa mundial.
ResponderEliminarUn saludo
En el caso de Guernika, se usaron poblaciones como pruebas para futuras guerras como fue la Segunda Guerra Mundial. Ademas cada vez las guerras evitan la confrontación entre personas. Un saludo Carmen.
EliminarDesgarrador.
ResponderEliminarLo es. gracias por pasarte Juan Marcos.
EliminarTremendo.
ResponderEliminarY cada día hay algún Guernika en alguna parte del mundo. Muy triste.
EliminarQue horror.
ResponderEliminarMucho ojala no existiera. Un abrazo Alodia.
EliminarQue nunca, nunca se pierda la memoria. Un abrazo.
ResponderEliminarojala así sea Paz.
Eliminar