4 minutos.






Se le había hecho tarde, pensaba en la comida y en que su marido llegaría hambriento de la faena, posiblemente la abuela hubiera puesto el puchero al fuego.

Habían escuchado la sirena antiaérea a lo lejos, y se escondieron bajo un puente. Aquel tiempo se hizo eterno: las dos criaturas lloraban, guardándose entre las faldas de su madre.
Se volvió a escuchar la sirena y todavía ella los mantuvo durante largo rato en su escondite.

Todos dormían. El mundo se había detenido, y su madre le agarraba la mano haciéndole  daño. Sus ojos abiertos de par en par miraban mientras su madre tiraba de ella. Su hermano pequeño se agarraba a su pecho, mudo.
No había quedado ninguna casa en pie en el centro del pueblo, y entre las humeantes ruinas, todo era silencio. Desorientada y como poseída  caminó sin encontrar su hogar.

Los niños gemían y se aferraban aun más a su madre, sus ojos  la miraban con terror buscando la calidez y la tranquilidad que siempre les había ofrecido. En esta ocasión, mamá estaba tan asustada como ellos.

Miró a lo lejos y no quedaba nada de lo que había sido su hogar desde que tenía uso de razón. Poco quedaba en pie, algo que le angustiaba y hacia que caminara más deprisa para llegar donde aquella mañana había dejado su casa. No vio a canela moviendo la cola dando la bienvenida, como hacía cada vez que regresaban a casa.


Los  niños se habían orinado encima. Estaban mojados y asustados,  el  pequeño tenia cerrados los ojos y escuchaba el corazón de su madre que latía rápidamente. Las bombas cayeron  principalmente en el núcleo urbano y en las fábricas cercanas a la red ferroviaria. Aun así, casi nada había escapado a la destrucción.

Desde antes del inicio de la guerra su padre hablaba de que en los sótanos de la casa había pasadizos que habían pertenecido a contrabandistas, que los utilizaban para almacenar la mercancía y escapar de la autoridad.
Rezó porque hubieran podido huir y  no se hubieran quedado atrapados bajo tierra. Caminó hasta donde sabía que estaba la salida oculta, donde  jugó tantas veces aunque se lo tenían prohibido.

Dejó a los pequeños un poco alejados pero sin perderlos de vista, hablándoles dulcemente les dijo que iban a buscar a los abuelos y a papá. Al  parecer no había caído cerca ninguna bomba,  llamó a los suyos sin obtener respuesta. Tan solo oyó su voz  perderse por las galerías.

Llevaba algo de pan y queso guardado, por lo que sentó a los niños y los entretuvo.

- Se nos ha pegado la comida -  dijo una voz tras ella.
Se volvió, allí estaban sus padres y su marido, acompañados por la incansable canela.


Ellos habían tenido suerte de estar vivos, muchos de sus convecinos, no. Cada uno de los adultos miraba la desolación y maldecían a la guerra, uno de los jinetes del apocalipsis que nunca venia solo: ya se escuchaban los cascos de los otros, el hambre, la peste y la muerte.


Ayer se cumplieron setenta y nueve años del bombardeo de Guernica, durante cuatro minutos tan solo se escuchó el silencio precedido por una sirena antiaérea. Porque nada como esto vuelta a ocurrir y por las victimas de tantas guerras absurdas.



Imagen propia.

Imagen bajo la misma licencia que el Blog.

Autora de la foto: Gregoria Morán.  






Comentarios

  1. Ojalá nada de eso volviera a ocurrir pero, sigue ocurriendo. Son otras gentes, otros países, otras víctimas....sigue ocurriendo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lastimosamente si y de alguna u otra manera todo tenemos algo que ver en ello. un abrazo Ambar.

      Eliminar
  2. Un desastre que auspició muchos, muchos más. Los bombardeos a la población civil se han convertido en moneda corriente en cualquier guerra que salpique de horror el mapa mundial.
    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En el caso de Guernika, se usaron poblaciones como pruebas para futuras guerras como fue la Segunda Guerra Mundial. Ademas cada vez las guerras evitan la confrontación entre personas. Un saludo Carmen.

      Eliminar
  3. Respuestas
    1. Y cada día hay algún Guernika en alguna parte del mundo. Muy triste.

      Eliminar
  4. Que nunca, nunca se pierda la memoria. Un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario