Las dos hermanas se apearon de la carreta dando las gracias
al hortelano que las había traído hasta
la villa. La mayor de las dos, que tenía
pies ágiles y se sabía el camino, llamó a su compañera para que no se quedara
rezagada.
Cuando llegaron cerca del monasterio la más joven parecía ansiosa.
La hermana Petra antes de la visita de rigor debía cumplir otras, ella no sabía
qué hacer. No quería presentarse sola en el convento y tener que responder
preguntas, pero tampoco le alentaba la idea de seguir a su compañera.
Sin tiempo para pensar mucho más la siguió, abandonaron las
calles más transitadas y dejaron el cabildo a un lado. Se internaron en una
calle estrecha y con poca luz. Había ropa tendida de muchos colores y se escuchaban
conversaciones por doquier.
Varios hombres con garrotes paseaban por la calle, uno de
ellos se acercó a la hermana Petra y saludó respetuosamente, la Pajarera la
esperaba en su Taberna.
Petra le pregunto por la familia y por su salud y al hombre
se le iluminó la cara mientras hablaba de los suyos, llegaron a la taberna y allí se despidieron.
Abrió la puerta y saludó
con un ave maría purísima. Una mujer morena con colores en el rostro salió y abrazó a
Petra con fuerza y afecto. Las invitó a pasar, abrió una puerta y las introdujo
en un pequeño patio donde corría el aire y el agua era melodía.
La hermana Petra miró a la pobre Remedios que todavía no se
había repuesto del susto. Habían entrado al barrio de la Magdalena y parecía
que todo el mundo la conocía. Antes de que la Pajarera hiciera acto de
presencia, Petra le contó que había nacido en aquella villa y había profesado
en el convento y hasta que el señor la llevo por otros caminos había convivido
y ayudado a toda aquella gente.
La pajarera había llevado picos pardos como todas aquellas
que vivían en la calle, se había hecho una pequeña dote y se marchó para
casarse con un hombre que hacia jaulas, por eso el mote de la Pajarera.
Con el tiempo el hombre murió y ella regresó a la villa
comprando la taberna, y de paso ayudando a sus hermanas a fundar la cofradía de
María Magdalena, pagando sus impuestos
al cabildo y creando sus propios estatutos y lugar donde poder ejercer su
oficio, contratando a quienes vigilaran la calle y su lugar de trabajo para que
no hubiera ningún alboroto ni motivo de enojo.
La Pajarera apareció vestida de calle, saludó a las hermanas
y se excusó un momento. Remedios volvió asombrarse aquella mañana, la Pajarera
era pelirroja, su pelo era del color del diablo. Aunque sabía que era todo
superchería nunca había visto una mujer con aquel color de pelo.
Regresó con vestiduras
más holgadas y un pañuelo en la cabeza y se sentó con ellas.
Se disculpaba por haberlas hecho llamar e interrumpir su
viaje, pero necesitaba de la ayuda de la hermana Petra sobre un asunto que les concernía
a ellas y a la Iglesia.
Las hermanas de la Magdalena asistían todos los domingos a
misa y eran buenas cristianas, había quedado una capilla libre en la iglesia
mayor de la villa, y ellas habían pensado en pagar los gastos y que se
consagrara a María Magdalena, su patrona. Además de pagar el techado de la iglesia y de los arreglos que necesitaba.
La Pajarera se había ganado un lugar de respeto en la ciudad,
había seguido lo que la hermana Petra le había enseñado, ayudaba a las monjas
en el hospital, las mismas Magdalenas contribuían con parte de su dinero en obras
de caridad que las monjas distribuían.
Se habían reunido con el capellán de las hermanas para
pedirle consejo, y después habían acudido al concejo de hombres buenos y al
cabildo de la iglesia mayor para exponer su propuesta.
En primera instancia por ambas partes la proposición fue
denegada. Lo habían intentado un par de veces más de manera discreta pero no tuvieron éxito.
De aquello habían pasado más de tres meses, la iglesia seguía
teniendo goteras y las Magdalenas no tenían un lugar donde orar y poder
enterrarse.
Lo que los santos hombres y los buenos hombres no habían pensado
es que cualquier cosa que ocurriera en la villa o noticia que se contara, las
Magdalenas acababan por enterarse.
Por lo que sabían que el Obispo andaba con las arcas vacías y
que como la guerra al moro en aquellas tierras ya no se hacía y los judíos eran
pocos no había donde poder meter mano.
Lo que aquellas mujeres pedían a Petra es que le llevaran al
obispo una carta en su nombre en la que le rogaban que invitara a sus hermanos
en cristo e inferiores a reconsiderar su petición.
La monja leyó la carta
y comenzó a y a reírse con ganas.
Las mujeres públicas recordaban a su eminencia que por ellas
pasaban muchos de los secretos de los hombres y como buenas cristianas, y como
los confesores, guardaban lo que sólo Dios sabia y que el día del juicio final juzgaría.
Pero como bien sabia su eminencia, ellas eran mujeres, el sexo débil, quizá las
buenas mujeres de la ciudad querrían enterarse de las visitas de sus maridos y
los vecinos de la selecta clientela que
ellas tenían.
Que ellas pagaban sus impuestos hasta tres veces: al cabildo
de la ciudad, al hermano putas para el cabildo de la iglesia y algún que otro
pago más que la iglesia venía a pedir.
Amenazaban con una huelga de piernas cruzadas y una confesión
pública en toda regla. Que en última instancia vendían sus casas y se marchaban
a otro lugar en donde las aceptaran de mejor gana.
Petra se despidió de la Pajarera y le prometió que pronto
tendría noticias suyas, se encaminaron hacia el convento donde descansaron y
visitaron a sus hermanas.
Dos días después emprendieron camino hacia casa. Petra pidió
audiencia con el obispo y dejó que la pobre Remedios descansara.
Mientras caminaba hacia la el palacio obispal pensaba en que
se estaba haciendo demasiado mayor para tanto viaje y que quizá fuera tiempo de
elegir un destino y trabajo menos itinerante.
El obispo la recibió y ella le entrego la carta, la dejó
sobre la mesa y charló con la monja sobre sus viajes como visitadora de su
orden.
Días después ocurrió un milagro en toda regla. Por tres noches
consecutivas el obispo soñó con Santa
Maria Magdalena que con lágrimas en los ojos le decía, ella que había llorado a
los pies de la cruz de Jesucristo, que en su diócesis no había sitio ni para
ella ni para sus hermanas
.
El obispo hizo una visita a la villa entrevistándose con el
cabildo de la iglesia primero y después con el cabildo de la villa. Nadie supo
que se habló pero sí que se escucharon gritos y algunas amenazas en ambas
reuniones.
Toda la villa se hizo eco del milagro y hasta la Santa dio su
beneplácito creando por las manos de la maestra vidriera del pueblo una obra de arte:
un vitral en el que se reflejaba el sueño del obispo.
El 22 de Junio día de Santa María Magdalena amaneció soleado y brillante. La iglesia
mayor como infante que fuera a cristianar o novia a casar lucia radiante y
majestuosa.
El obispo lucia vestidos nuevos, dorados y rojos y consagró
la capilla en nombre de la santa. Todas las vecinas de la calle de la Magdalena
acudieron vestidas discretamente a oír misa y celebrar que ya tenían lugar
donde rezar y descansar para siempre.
La hermana Petra había regresado a sus orígenes para pasar
sus últimos años y asistió a la misa en nombre de su convento. Durante muchos
años se recordó el día en el que el obispo rezó de rodillas ante la vidriera de
la Magdalena.
Después en nombre de la Santa se dio de comer a toda la villa
y se creó un fondo anual para dotar a muchachas, para casarse o entrar en
religión.
Todo sufragado por la Santa y sus hermanas y como no por todo
aquel que las visitaba.
Imagen: Wikipedia, wikimedia commons Autor de la imagen Bot (Eloquence)
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Pietro_Perugino_047.jpg?uselang=es
Imagen: Wikipedia, wikimedia commons Autor de la imagen Bot (Eloquence)
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Pietro_Perugino_047.jpg?uselang=es
Me ha gustado mucho. Es una historia divertida de mujeres buenas, inteligentes y muy capaces de conseguir sus fines con autentica diplomacia. Ya sean putas o monjas han sabido como "ablandar "el corazón de un obispo.
ResponderEliminarBesos
me alegra que te guste Ambar :) que tengas una buena semana.
EliminarEs buenisimo Leonor.Me he reido mucho con la carta.
ResponderEliminar:) me alegro Presentación un poco de risa es salud.
EliminarEs buenísima, me recuerda por el tono a la de la infanta Elvira...pero ésta es mejor aún. Enhorabuena, Leonor.
ResponderEliminarGracias Sota, es cierto que es en la linea de la infanta Elvira.
EliminarEn la línea de las novelas de Toti Martínez de Lezea,con la mujer como protagonista de la pequeña y de la gran historia. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por el piropo Carmen, acabamos sonando aquello que leemos, un abrazo y buena semana.
EliminarMuy buena. Y muy divertida.
ResponderEliminargracias :) un poco de humor nunca esta de más. un besote.
EliminarBuenísimo jajjajajja. Y muy serio.
ResponderEliminarGracias Anton, tiene su cara y su cruz, gracias por leernos y comentar.
EliminarBuenísimo XD
ResponderEliminarPara reirse un ratito. un abrazo Merit.
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