El mar azul estaba en calma:
las olas acariciaban las piedras y jugaban con los crustáceos. Dos pequeños corrían siguiéndose
y riendo mientras sus mayores los miraban jugar y se abrazaban.
Varios años antes esta
escena tan solo era un sueño en la mente de un hombre que caminaba por las
calles de Roma. Imaginaba una casa cerca del mar, niños corriendo y una mujer
que lo abrazara.
Sus pasos se perdieron en
las sombras como cada mañana de trabajo
y cada tarde de vuelta a la misma ínsula.
Las escaleras de madera
sonaban bajo los pies de hombres que abandonaban los lechos de mujeres que no
los esperarían con un beso cuando acabara el día.
Cuando todos se marcharon
ella salió al patio, se desperezó y antes de que ninguna de las otras la
importunara se encamino al mercado. Todavía se lo estaba pensando, claro que poco
había que meditar.
La casa no estaba en mal sitio, tranquila y segura, no demasiado
lejos ni cerca de la taberna. Un reservado alquilado por el que cada noche pasaba algún Hermes,
Vulcano, Hefesto, Júpiter, Ares, pero nunca ningún Apolo, dependiendo de la
noche y de su agenda.
No era la mejor de las vidas,
tampoco la peor, el ama era una buena mujer, con la que se llevaba bien, era de
las más antiguas de la casa y nunca había dado ningún problema: agradable,
discreta.
Varios hombres notables de Roma la visitaban, y además de un poco de
juego, unas caricias y varios
trucos les ofrecía saber escuchar: lo
que sus esposas y amantes no hacían.
Maldita su suerte, aquella
noche en la que la Augusta Mesalina salió con sus amigos a visitar tabernas y
lupanares. La Lupa Dorada era una taberna de las afueras de Roma, no los arrabales pero tampoco los cónsules solían
perderse, menos un par que eran clientes de la casa.
La noche era oscura y el
vino poco aguado caía de la mesa, mientras la conversación era más caliente que lo que ocurría unos
pocos metros más allá en el lupanar.
Algunas de las lupas se
habían unido a la mesa de tan importante señora, mientras hombres y mujeres
reían ella, ufana, hablaba de sus logros sexuales y de que su hambre era
insaciable, tanto que sería capaz de medirse a quien se le pusiera por medio.
Escuchaba la conversación desde su reservado. Se
olía que sus compañeras acabarían metiéndola en aquella historia. Así fue, en el momento en
el que salía en compañía de su cliente, los invitaron a unirse a la fiesta,
cosa que a su acompañante no le importó.
Demasiado vino y ella no
había probado gota ninguna, el problema era la bocazas de la nueva esposa del
emperador, impertinente y además demasiado vulgar.
Acabaron apostándose el
sueldo de un día tres de ellas, contra la Augusta y dos de sus amigas, maldita
la hora en la que lo hicieron.
Después de un par de tragos más,
Jupiter trasformado en Baco tenía ganas de la hija de la Loba y con alivio se
despidió de la mesa esperando que todo aquello solo fuera un juego infantil. Pero
en algún lugar de su mente algo le decía que aquello traería mucha cola.
Baco acabó quedándose
dormido y ella salió fuera a tomar un poco de aire y ver qué era lo que se
movía por la casa. Parecía una noche demasiado tranquila.
Durante un rato se quedó
pensativa y acabó llegando a la conclusión que quizá después de todo podría
sacarle beneficio a aquella situación.
Su nombre de profesión,
Escila, lo recibió años atrás de noches de placer con unos comerciantes griegos
que acabaron llamándola así, porque nunca se habían visto entre Escila y Caribdis
con mujeres así hasta aquel momento.
Al parecer se referían a animales marinos que no daban tregua a los
barcos y se los tragaban enteros, cuánto no se rieron aquella noche.
En unas pocas horas ya sabía
toda Roma de la competición de la Augusta con una de las más famosas meretrices
de Roma, Escila.
Llamó a la puerta de la
taberna donde estaban terminando de limpiar para abrir al público mañanero. Saludó
a algunos conocidos y se acercó al mostrador.
Sonrió al hombre que estaba
afanándose en su tarea y preguntó por el
dueño. Este salió, la miró, la invitó a
pasar, y le dijo a Marcos que no quería ser molestado por nadie.
Salió pasada media hora, más
ligera de peso y se dispuso a hacer la
compra, no había otro tema de conversación en toda Roma y ella prefirió
mantenerse al margen.
Aquella Escila de la que
hablaban no era ella, era una mezcla de recuerdos, de fantasías, de deseos de gloria de sus otras dos
compañeras y de protagonismo de los clientes. Por otra parte de la Augusta, que
quería como oponente a lo mejor de Roma.
No trabajó durante los días
siguientes y se mantuvo alejada de las calles y de la taberna. Aprovechó para
pasar el tiempo con su patrona, quien le habló del César que allí en Britania
estaba mucho mejor que aquí en Roma, ignorante de los juegos de su mujer.
La patrona lo había visto en
un par de ocasiones en la casa donde había comenzado a trabajar muy joven,
hacía más de treinta años. Según las mujeres que habían compartido su lecho era
bastante bobo como se decía, pero hubo una
muchacha que congenió con él y durante mucho tiempo recibió sus visitas y sus
regalos, eso si de lo más extraños para mujeres como ellas.
Mumila, que así se llamaba
la muchacha, aprendió a leer y escribir a manos de Claudio y parece ser que cuando se retiró abrió un negocio de vinos y se casó bien.
A veces ella se unía a sus
clases, todavía guardaba con afecto sus intentos por escribir y las
correcciones del César.
La taberna se ofreció como
lugar de la apuesta y por eso mismo también cerró para adecentarla y prepararse
para el gran día.
Muchos romanos quisieron formar parte de la apuesta, y llegó
la gran noche. Las tres hermanas
salieron de la casa cuando la tarde ya descendía, recibieron ánimos por todo el
barrio de hombres y mujeres que las consideraban heroínas.
Cuando llegaron ya las
esperaba tan alta señora acompañada de sus amigas, preparadas para empezar. Los
hombres fueron pasando uno a uno durante aquella noche, sudores, susurros, y
cuando uno más salía de la habitación se contaba , y las jaleaban a las seis.
Escila había perdido el número
de hombres que habían pasado por su cama y el número de marineros que se había
tragado su vórtice.
Cuando quedaban un par de
horas para que amaneciera y sólo quedaban ellas dos, llego un momento en el que
cayó sobre el cuerpo de un hombre de tez morena y grito posiblemente como haría
Escila si la hubieran herido.
Salió fuera y entró en la
habitación en la que Mesalina estaba llevando acabo su propia prueba, la miró y
supo que era una Bacanal: cada hombre que subía con ella al lecho tan solo era
un trozo de carne.
Entonces comprendió que todo
aquello no tenía ningún sentido, salió sin que casi nadie se diera cuenta y
volvió a su casa con sus compañeras mientras los gritos y la cuenta seguían.
Cuando ya amanecía alguien
llamó a su puerta. Era Marco en nombre del jefe con el mensaje de que la Augusta quería
que se reincorporara, ya había
descansado suficiente.
Ella le dijo que no pensaba
volver, ya había una ganadora. Él asintió y le tendió la mano dándole la
enhorabuena, porque le parecía que era
una mujer muy valiente.
La divina señora consiguió
su victoria y no quiso cobrar lo que bien se ganó. Se decían muchas cosas en
las tabernas y en los burdeles, que si Mesalina había recurrido a Baco y sus
misterios y su bebida ceremonial, y otras perlas que dieron mucho que hablar.
Escila había reducido el número
de sus clientes y siguió su vida durante algún tiempo, Marco la visitaba con
cierta continuidad y acabaron por ser buenos amigos.
Cuando Roma ya había
olvidado la gran gesta amatoria de Mesalina y hubo otros temas para
despellejar, una mañana salió de la casa hacia la taberna, saludó a Marco y se reunió
con el patrón.
Salió más pesada y con planes
para el resto de su vida.
Unos meses después un barco partía
de Ostia, todas las lobas habían ido a despedir a la pareja. Marcos prefería el
nombre que ella había elegido, Irene.
El dinero que había ganado
apostando contra si misma ahora los llevaba a Sicilia. Cuando pasaron por el estrecho donde Escila y Caribdis descansaban, tiró por
la borda lo que había quedado de su vida de Loba, como ofrenda.
Compraron una casa y un
barco y desde Roma llegaban las cartas de Livia su patrona, que le contaba los
últimos chismorreos y noticias.
Sintió que a Mesalina le
cortaran la cabeza con una espada, ya que ella había sido quien propició su felicidad. Quizá fue de las pocas
personas que lo sintieron tanto.
Marcos entró y la invitó a
salir a mirar el mar. Le contó que
Escila había sido en un principio una hija de Hécate, una ondina que cuidaba los ríos y las fuentes.
Una nueva vida lejos de la
loba de Roma y de sus hijos, cerca de Hécate y de su hija Escila.
Fuente imagen wikimedia commons User Eloquence.
Bibliografia.
Plas, plas, plas, plas!!!!
ResponderEliminargracias por los aplausos Gabriel, buen fin de semana.
EliminarUna interesante entrada la que has escrito.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Ambar :) un poco de historia y otro poco de imaginación no dan mal resultado.
EliminarUn asunto tan conocido, creo que has acertado al contarlo de otra manera. Me gusta mucho.
ResponderEliminarGracias Paz, ante todo me gusta ver las cosas de diferentes maneras y puntos y no contar lo de siempre. un saludo.
Eliminar¿Cómo lo haces?
ResponderEliminarPues la verdad es que me pongo y lo hago, suena muy simple pero la mayoría de las veces es así, la idea esta y ademas de la inspiración también esta el trabajo y después la magia fluye. un saludo Sota.
EliminarNos llevas a Roma. No todo el mundo puede hacer eso.
EliminarViajar sin salir de casa, cosas de la lectura y la imaginación. :) gracias Fearn.
EliminarMuy bueno. Me ha encantado.
ResponderEliminargracias Sebastian :)
EliminarTan bueno como todos tus relatos. Felicidades, Leonor.
ResponderEliminarGracias Aur un places tener gente que nos lea y lo aprecie buena semana. :)
ResponderEliminarGenial.
ResponderEliminarGracias Len, un placer leerte por estos lares, buena semana.
EliminarMe he quedado impresionado.
ResponderEliminarBienvenido Juan :) un placer impresionarte. un saludo
EliminarMe encanta.
ResponderEliminarme alegro Alodia :) un abrazo.
EliminarBuenísimo.
ResponderEliminarGracias Fearn Fall. :)
EliminarQue buena historia. Me ha encantado.
ResponderEliminargracias Pedro :)
EliminarBuenísimo.
ResponderEliminarGracias Tolo. :)
Eliminar