Aquel año nevó tarde.




Cuando volvían de la escuela las sombras se estiraban detrás de ellos y todavía no se habían encendido las farolas. Apretaban el paso, llamaban al portón de la casa. Fuera carteras, batas azules y zapatos gorila tiesos de nieve.

Lo que estaba prohibido era ir a ver al enorme marrano que esperaba su San Martín bien cebado en la porqueriza, al fondo del tercer patio. Y ahora no valía sigilo ni andar de puntillas ni descalzarse. Harta de llevar a sobrino e hijos a la Casa de Socorro para ponerles la antitetánica y puntos de sutura, la madre y tía había contratado albañiles para poner losa de piedra en lo que era tierra, tapar un pozo, picar muros y embaldosarlos y someter a poda a los manzanos, el peral y el limonero. Ya.

Un trozo de pan con chocolate de merienda. Mirar a los albañiles no estaba prohibido. Oscurecía, iban a irse, que más daba. Pero el jefe de la cuadrilla salía zumbando del patio en aquel momento, bajo la última luz,  echando blasfemias y llamando a la señora a voces muy destempladas. Acudió ella, envainó el hombre sus reniegos y le dijo de tal modo que se oyó perfectamente:

-Picando el muro estábamos, y salen pies. Pies de muertos. Nos vamos, que cae la noche y es noche de difuntos. Llame usted a la Guardia Civil.

Compuestos y en fila se fueron, los cuatro. No llegaba el tendido eléctrico más allá del patio, no había luz en los corrales. Por una vez la madre y tía convino en prestar una linterna de pilas a los dos niños mayores, que entre ambos no sumaban doce años. Ella cavilaba. Sobre lo de llamar al cuartelillo, es de imaginar.

Las losas que iban a cubrir el patio estaban apiladas en pie a un costado. La tierra negra se volvía blanca con la nieve. Y el muro picado parecía ahora oscuro, despojado de años de capas de cal. Eran pies. Algunos eran huesos, como tubos de órgano de iglesia. Otros eran pies, enteros o casi. Y la mayoría se habían caído al picar y estaban blanqueando bajo los copos blancos, pies sueltos. Entonces se puso a gruñir el cerdo cebado desde el último corral, y los dos salieron a escape a contar lo visto.

Luego se supo que antes hubo bajo parte de la casa un cementerio de monjes calatravos, cuyo convento estaba a su vez bajo la cercana iglesia. Vino la Guardia Civil, y un juez, y la policía, y gente de letras y mucho va y viene con la obra parada y pie y medio de nieve. Y vinieron a excavarlo todo y a llevarse a los muertos uno a uno, con etiquetas en cada pie y carteles en cada caja, para darles otra vez sepultura. Y para dar que hablar, contratada ya la matanza y los matanceros, el cerdo amaneció muerto la mañana de San Martín: se habló mucho de que la calle paralela a la casa se llamaba Osario desde siempre, y que rondaban por allí los calatravos cabreados por tan inadecuado trato a su convento y camposanto.


La historia pasó a ser leyenda. Rural en este caso, no urbana. Ignoro si los calatravos siguieron por allí una vez la casa se convirtió en solar deseable, y el solar en bloque de pisos. Pero como tarde a recordar de Día de Difuntos, qué carallo, valió la pena.



Imagen: Propia, bajo la misma licencia que el Blog.

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Que va. Un nño se siente importante con hazañas que contar, y mucho más si puede jurar que ha visto pies de muertos saliendo por la pared XDDDD

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  2. El relato, con ese aire romántico a los poemas becquerianos, es muy gráfico y fácil de imaginar. Y, por cierto, estas historias en los pueblos no son tan extrañas presumo.
    Un saludo

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  3. Gracias, Carmen. Son frecuentes, no hay pueblo sin leyendas...lo inusual fue
    ver los pies saliendo por el muro. Eso sí que era gráfico XD.

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  4. En serio, ¿No te dio mucho miedo, o lo tuyo con los frailes va de colegas?

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  5. En serio: no me daban miedo los muertos. Y aquello eran...eso, solo huesos. Miedo me daban (y me dan, a veces) los vivos. Gracias por comentar y leer, Fearn.

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  6. Si a los vivos hay que temer, ya. Pero yo de niño chico veo los pies de los muertos y del carrerón me voy a Palencia. Fijo.

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  7. Vaya, este cuento parece más "normal"...bromeo ,pero se lo que me digo. Muy bueno.

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  8. Gracias por haberlo leído dos veces, Juan. Pillo el humor. Al final una de 'muertos' razonable -esas cosas pasan- te parece menos inquietante.

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