(Relato participante en el I Concurso de narrativa breve "Leyendo Hasta el Amanecer" con mi nombre, Ainhoa)
El fuego se había apagado, la lluvia caía
mansamente, no se pudo hacer nada. Cuando todos llegaron ya era demasiado
tarde. Los paraguas se fueron alejando unos de otros. La realidad era aquella; las lágrimas mezcladas
con la lluvia, su presente. Y lo que en el fuego se había consumido un futuro
que ya era pasado.
Alguien la tomó del brazo y le ofreció cobijo de la
lluvia. Sólo escuchaba el sonido de sus pasos sobre la grava y la voz que le
hablaba sonaba muy lejana. Volvió la vista atrás y su alma se quebró una vez más. En el coche su mirada se perdía
en el mar, desafiante como siempre y sin respuestas.
La casa había ardido hasta los cimientos y en ella
había perecido Marcos.
Se habían conocido hacia un par de años, una amistad
común había recomendado a Marcos que hiciera una visita a la doctora Campos,
cuya fama de buena profesional era reconocida. Quizá donde
muchos habían fracasado ella triunfara.
Después de varias sesiones María descubrió que lo
que atormentaba a Marcos era la certeza de que moriría en un incendio a manos
de alguien muy cercano a él. Decía saberlo desde siempre, pero en los últimos
tiempos aquella obsesión lo inquietaba más que de costumbre, hasta llegar a
bloquearlo y aterrarlo.
Durante un año y medio un par de tardes en semana de
cinco a seis, se sentaban cerca de la ventana y él hablaba sobre sí mismo, su
niñez, adolescencia y después sobre su día a día.
Dejó de llover. Bajaron del coche y entraron en casa. Preparó un café bien cargado, sirvió dos
tazas y se sentó junto a su acompañante en la mesa de la cocina. Empezaba a
cansarse de la charla monótona de aquella mujer que no paraba de llenar los
silencios. Le parecía de mala educación pedirle que se fuera y no tenía ganas
de hacer una escena.
Las uñas pegaban sobre la cerámica y mientras miraba
el segundero del reloj de la cocina moverse lentamente, hasta le pareció que en
varias ocasiones retrocedía en vez de seguir hacia delante. A las tres la
visita se disculpó y por fin se marchó. Cerró la puerta tras de sí respirando
profundamente.
No le dio tiempo a dar un paso cuando volvieron a
llamar. Otra visita más con ganas de charla y de hablar sobre lo ocurrido. Toda
la tarde sentada escuchando lo mismo, tenía una vida que continuar. Era cierto que Marcos ya no estaba, pero no
podía perder el tiempo. Tenía demasiadas cosas que hacer.
Eran las diez de la noche cuando pudo por fin
estar sola. Algo caliente para cenar, un
par de somníferos y una buena noche de
sueño. Al día siguiente vería las cosas de manera más clara. Amaneció otro día
plomizo y se despertó con dolor de cabeza resultado de una noche llena de
pesadillas.
Todo cambió aquella tarde de marzo después de la
sesión. Él la miró a los ojos y le confesó que quería cambiar de profesional. Habían tomado varios
cafés y quedado para ver un par de
películas, lo suficiente como para entender que debían tomar una decisión ya
que no sería nada sano ni ético seguir
siendo terapeuta y paciente
Los siguientes meses se deslizaron como un
suspiro, pasaban todo el tiempo que podían juntos, disfrutando cada instante
como si fuera el primero y el último. Él tenía una casa en la costa junto al
mar y aquel se convirtió en su paraíso.
Cerró la puerta de la nevera y miró la hora, las
ocho y media de la mañana, domingo. Conectó el teléfono y abrió la puerta para
que la gata entrara. Puso café y miro hacia fuera, otra vez no… Llamaron varias
veces. Esta vez era la policía, los bomberos habían acabado su trabajo en la
zona y ellos también, ahora quedaba esperar
los resultados.
La citaron para responder algunas preguntas al día
siguiente en comisaría. Marcos no iba a volver y estaba segura de que hicieran
lo que hicieran no encontrarían al culpable. El café estaba frío, ella también.
Se envolvió en una manta y se quedó ensimismada viendo llover.
Dieron las nueve en el reloj del salón. Volvieron a
llamar a la puerta, de nuevo aquella mujer. Calentó el café y dejó la manta
sobre el sofá. Hubiera preferido quedarse sola con su dolor, en vez de eso el día
fue una cadena de llamadas y visitas. Todo era demasiado frío y gris. Estrechó
manos, besó caras y dio gracias, sirvió más café y abrió y cerró la puerta
tantas veces que le pareció una eternidad.
El verano había sido de ambos. Ella trabajaba desde
aquella casa junto al mar un par de
veces en semana, unas horas por la
mañana. Él podía permitirse dedicarle todo su tiempo. Nada más especial que
ellos dos, el mar y tres meses para adorarse. Después llegó el lejano
septiembre y ella volvió a su casa en la ciudad, y a sus viajes de fin de
semana al paraíso. En ocasiones él la esperaba con cena para dos y noche de pasión.
Su ropa estaba en el armario que compartían, y su
olor todavía permanecía en la habitación en la que dormían.
Las diez de la noche, otra sopa de bote. La manta
seguía en el sofá. Se envolvió en ella,
apagó las luces y se quedó viendo
llover. La despertó la llamada de la gata en el cristal. Dejó que entrara, y cuando se acercó para
cogerla vio los pelos de la cola
chamuscados. La puso en el suelo y la siguió hasta la cocina, donde le dio de beber y comer. Sintió que no estaba sola y
se giró sobre sí misma.
Estaba allí. Un cuerpo negro como la más oscura de
las noches cerca de la chimenea del salón. Quiso gritar pero no salió voz
alguna de su garganta. Sus ojos la miraban fijamente y sabia de quien eran, tantas veces la habían
mirado. Marcos había regresado de los infiernos y aunque no decía nada su mano
negra se levantó y la señaló antes de convertirse en ceniza y caer sobre los
rescoldos.
Volvió al sofá y se envolvió en la manta sin poderse
mover y sin dejar de mirar la chimenea por donde había desaparecido aquella horrible
aparición.
Aquella semana que acabó en tragedia ella estaba en un simposio sobre enfermedades mentales y crímenes. Se habían
despedido el lunes temprano con la promesa de llamarse a diario y verse el
sábado por la mañana. Llegó pasado el mediodía a la casa. Vio aparcados coches de policía y bomberos. Temió lo peor. Después,
tan solo lágrimas y días de infierno.
¿Era esa la verdad?
Lunes por la mañana. Las pisadas hacían eco en el pasillo,
las puertas se cerraban a su paso. La doctora Ortega miró sus notas una vez más
antes de entrar en la habitación. Dejó la puerta abierta y la celadora se quedó
en el pasillo. Un gato de peluche escondido bajo la cama y ella envuelta en su manta. Mirando
por la ventana.
Para María era domingo por la noche, un día después del incendio en el que murió Marcos.
La última parada antes de volver al principio de la historia que su mente había
inventado para no aceptar la verdad. Aquella era la conclusión a la que habían
llegado todos los psicólogos que la habían estudiado y tratado.
A veces, en la incoherencia de su historia,
aparecían leves cambios para interiorizar el lugar en el que se encontraba. Los
sanitarios eran amistades que la acompañaban en su dolor. El gato de peluche
que estaba debajo de su cama, era su gata. Incluso presencias invisibles, como la aparición del
fantasma chamuscado de Marcos que venía a asustarla culpándola de su muerte.
Retazos de realidad y culpa se mezclaban en aquella habitación pintada de
blanco. La había convertido en su propio infierno, donde aquellos dos días inventados
se repetían una y otra vez. La doctora después de intentar hablar con ella
durante más de un cuarto de hora y no recibir respuesta alguna, salió de la
habitación.
Ya en su despacho releyó las notas de sus predecesores
y las suyas propias.
La paciente ejercía como psicóloga y había tratado a
la víctima en terapia durante más de un año. Después de ese tiempo se
estableció una relación sentimental entre ambos. Vivían en residencias
separadas, y los fines de semana ella se desplazaba a casa de él, en la costa, en donde convivían en
aparente armonía.
La victima había comenzado una nueva relación con
otra terapeuta que lo había tratado desde que la paciente y él eran pareja. No era la primera vez. Marcos G.
G repetía el mismo modus operandi. Pedía ayuda a profesionales femeninas y
después de pasado un tiempo establecía relaciones personales con ellas, y vivía
a costa de ellas. Pasado un tiempo las chantajeaba con ir al Colegio de
Psicólogos y denunciarlas por acoso y ruptura del secreto profesional. Les
pedía entonces dinero para desaparecer
de sus vidas. En aquel momento tenía ya otra víctima potencial.
Ninguna de las afectadas había interpuesto denuncia.
María asistió al simposio donde la última noche conoció a algunas de las
chantajeadas por su compañero sentimental. Después de mantener un encuentro con
ellas salió del hotel y no se la volvió a ver hasta la mañana del sábado, cerca
de la casa, con la mirada perdida.
Cerró la carpeta y volvió su mirada a la torre de papeles
e historiales que esperaban para aquella
jornada.
Mientras, María se había vuelto a quedar sola. De
nuevo aquella negra presencia volvió a levantar el brazo señalándola como
culpable de su desgracia. Esta vez no muy segura de la razón habló en voz alta
a aquella masa de ceniza negra. Se mereció
arder en las llamas de aquel
falso paraíso.
Ahora recordó. Llegó el viernes pasada la media
noche, lo vio hablar por teléfono antes de bajar del coche. Se reía. Cogió su
bolso y abrió la puerta. El colgó. Le sonreía. Tiró el bolso al sofá y le gritó
que lo sabía todo. Esta vez lo denunciarían. Conjuntamente. Ella, la primera.
Ni se levantó. No serían capaces. Dijo que se iba a
dormir. Que dejara las llaves y se marchara. Ella recogió el bolso. Lo abrió,
encendió un pitillo. Entonces vio la lata de gasolina para el Zippo. Estaba
sentado en la cama. Lo llamó por su nombre. Destapó la lata. La apretó hasta
hacerse daño. Y tiró el cigarrillo encendido.
Era una antorcha humana. Las sabanas y las cortinas
ardían entre gritos cuando salió de allí. Se
sentó en la orilla mirando al mar, aquel que no tiene respuestas.
Fuente de la imagen: Wikipedia, Wikimedia commons, Autor, Alberto Castillo Aroca.
Es muy inquietante, muy de poner los pelos de punta. Ojalá ganes. Suerte.
ResponderEliminarGracias Antón eso espero, ya os contare cuando sepa algo. Muy buen fin de semana y muchas gracias por leer y comentar.
EliminarSeguro que tendrás suerte, Leonor. Te mereces ese premio y muchos más, sólo hay que deleitarse con tu pluma para apreciar tu valía.
ResponderEliminarUn beso
Me voy a poner roja, muchas gracias Carmen de verdad, es lo mas hermoso del mundo que la gente disfrute con lo que una escribe y que lo valoren. Te deseo a ti lo mejor también en tu blog y con tus trabajos que son de lo mejor que he leído. un abrazo y gracias.
ResponderEliminarYo voy contando las críticas (hasta ahora, todas han sido buenas) y tal como va el tanteo...tiene muy buena pinta XD
ResponderEliminargracias hermoso. :)
EliminarSi lo que pretendíais era dar mal rollo a fé mía que lo conseguisteis...
ResponderEliminarOjalá ganéis, lo veo con mucho potencial, como jurado que he sido en algún certamen un relato como este no me pasaría desapercibido ^^
Elessar
Gracias Elessar por vuestro comentario, lo tendré en cuenta y yo espero también ganar. Me gusta eso de potencial :) un abrazo y hasta pronto.
ResponderEliminarEstoy pasando una sobremesa genial en el sofá, con roscas del bierzo y un café con gotas, la manta, el gato y vuestros relatos. Felicidades, Leonor. Te deseo sinceramente que ganes el concurso. Y si no toca, ya has ganado respeto, admiración y lectores. Sigue adelante. Hay que ver como acojona la historia, que repelús da. ¿Era tema libre, o impuesto por la organización? Ánimo siempre, un abrazo desde León.
ResponderEliminarEso anima mucho que la gente disfrute con lo que uno comparte, pase miedo, se ria, se alegre y quede un poquito de los que escriben en los demás, y ya veo que estabas preparada para la vida moderna, jajajaja con buena compañía y buen yantar y beber. Buen provecho. El tema era la locura y de ahí lo que se ocurriera al que escribía. A mi según iba escribiendo me daba cuenta lo oscura que estaba quedando la historia. Me ha gustado como ha quedado. Gracias por tus palabras y elogios. un abrazo.
ResponderEliminarCreo que no solemos saber lo cerca que podemos estar de volvernos locos, cualquiera. Me gusta, es muy impactante. Suerte y ánimo siempre.
ResponderEliminarYo creo que todos podemos cruzar la linea de la cordura y la locura alguna vez la cuestión esta en los fantasma que nos acompañan y en la fuerza que tenemos. Me alegro que te guste Encina bienvenida y que sea por mucho tiempo. un saludo.
ResponderEliminarBuenísimo. Ojalá ganes, lo mereces. Suerte.
ResponderEliminarGracias con tantos buenos deseos seguro que algo bueno se lograra. un abrazo.
ResponderEliminarBuenisimo. Ojalá ganes, Leonor.
ResponderEliminargracias, ya queda menos para saberlo. buena semana.
EliminarTe deseo que ganes. Porque es bueno, da hasta miedo, y te lo mereces.
ResponderEliminar:) pues con tanto buen deseo y que me hayáis leído creo que ya me siento ganadora, gracias Antón.
ResponderEliminar¿Cuando se falla el concurso? Suerte, suerte, suerte, lo mereces.
ResponderEliminarPues lo diran este Jueves 27 pero supongo que antes se pondran en contacto con la gente. yo ya me ando mordiendo las uñas. En cuanto sepa algo palabrita que les cuento.
EliminarTe deseo sinceramente que ganes: es un placer leerte siempre.
ResponderEliminarGracias Lucas y para mi es un placer saber que me leéis y disfrutáis con ello. un abrazo.
EliminarPues nada otra vez sera no ha podido ser, yo me siento ya ganadora con vuestros comentarios y por todos los que me habéis leído. un abrazo.
ResponderEliminarEvidentemente es más importante ser leída y que se comparta tu relato que ganar un concurso. De todos modos, eras y sigues siendo mi favorita (ya se que no soy imparcial, ni falta que me hace). Se aprende mucho de lo hecho, y se mejora. Sigue escribiendo, te leemos. Muacs.
ResponderEliminarGracias y lo se que teneis razón, a segur probando y practicando, :) un besazo.
EliminarTiene razón Thorongil Gilraenion. Dicen que no se gana siempre, pero no es verdad. Se gana siempre algo importante. Y el relato es buenísimo, lo voy a compartir. Tú escribe, valiente.
ResponderEliminarGracias Alodia, eso haré. un abrazo.
EliminarImporta que te lean y que te conozcan. Lo demás es un mercado. A veces no vendes nada, a veces en una hora está todo vendido. Y se vende género, nunca te vendas tu. Es un consejo.
ResponderEliminarGracias Aur por el comentario y los consejos :) que tengas una buena semana.. un saludo.
Eliminar¿No has ganado? Para mí si. Porque lo hubiera comprado en libro, porque me gusta, y porque yo no he votado. Y quien quiera peces ya se sabe. Escribes bien. Eso es lo que importa.
ResponderEliminarQue se moje el culo, gracias Chelo, al final estas cosas animan a seguir escribiendo y a buscar otros horizontes. que tengas una buena jornada. un abrazo y gracias por el apoyo.
EliminarNo te rindas nunca. Ni por nada. Muchos abrazos, Leonor.
ResponderEliminarRendirme nunca, seguiremos con la pluma y el papel hasta que el cuerpo aguante, gracias presentación.
EliminarSe lo pierden quienes no tengan la oportunidad de leerte, Leonor. Tú escribe y no te dejes juzgar por quienes dan premios. Son los lectores y no los jueces los que importan. Ánimo siempre, un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tus palabras y consejo Antón al final el no haber ganado me esta sirviendo como aprendizaje y tiene su premio a la vez. Encantada de que me leáis y con ganas de seguir hacia delante. un abrazo.
EliminarPoco queda que decir. Escribe y no te preocupes. Escribes muy bien, te leen, interesa lo que cuentas. Lo demás no importa.
ResponderEliminarGracias Sebastian que asi sea y un honor que me leáis, gracias
EliminarEs un relato excelente. Habrá más concursos. Que no te defraude no ser elegida. Tienes mucho potencial, escribes bien, tratas temas diversos. Eres buena escritora y buena poetisa. Lo conseguirás. Ya lo has conseguido.
ResponderEliminargracias Juan Marcos bastante logro es que la gente lea lo que una escribe y que le guste, al igual que hay que aceptar, criticas buenas y no tan buenas lo mismo pasa con ser ganador en un concurso. Seguiré escribiendo hasta que la pluma quiera. Gracias y buena semana.
EliminarCon todo lo que ya se ha dicho, yo me sumo. Escribes muy, muy bien. A mucha gente le encanta leerte, nos haces disfrutar y pensar, tener un rato distinto tomando café, comentar cosas. Eso merece la pena. Gracias por escribir. Lo demás, verás como sale y funciona.
ResponderEliminarGracias Andres un sincero comentario y a mi me encanta que la gente nos lea y que sobre todo en esos momentos disfrute piense en otras cosas que no los problemas de diario. Que tengáis curiosidad por saber mas y preguntar. muy amable por tu parte. un abrazo.
EliminarEs fascinante. Muy buena, muy extraña, muy para releer. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias Len, ahora estaba releyéndolo yo también. un saludo.
ResponderEliminarMe encantan las de miedo y esta tuya da mucho miedo, Leonor. ¿No ganaste? Ni caso, es buenisimo.
ResponderEliminarGenial esta bien pasar un poco de cangele que decía mi abuela, no no gane pero me ha servido de practica y a los que nos leéis os gusta a si que mola. un saludo.
EliminarReleído. Buenísimo, insisto. ¿Quienes son los locos, al final?
ResponderEliminarAgradecida Merit esa es la pregunta que yo me hago también. buen fin de semana.
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