Caminos de Santiago: Los espías, callado, en la sombra.



Los espías. O los miras. Callado, invisible, en la sombra.  Son los peregrinos más jóvenes, los que lo aguantan todo. Muchos aún estudian. La mayoría vive en casa de sus padres. Para casi todos, es una aventura.

Los miras. Ves cómo se miran entre ellos, cada quien con su compañero, apurando los días tan breves del verano. No van muy matados. Son jóvenes, rebosan vida, fuerza. Se esconden a veces en veredas y vuelven con la cara colorada, la ropa llena de churretes y una sonrisa como un rompehielos. Vuelven con los ojos destellando, las bocas húmedas, las manos entrelazadas, latiéndoles la sangre en las mejillas. Sudorosos. Inmortales.  


Los miras sin envidia. Tú has gastado ya más de la mitad de la vida: envidiar sería vano. Sólo los miras, hasta les dedicas una sonrisa partida. Oblicua, sí. Tan oblicua como quien sabe que cada vez le quedan menos movimientos que hacer sobre el tablero de ajedrez. Pero no eres cruel, sonríes: pasadlo bien, que el sol os de en los ojos, que echéis un rato en una era. Pasadlo bien, mientras yo finjo que no os miro.


Imagen: Wikipedia.

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