El puente de San Miguel

El comerciante se empinó sobre los estribos de su mula, con la mano sobre la frente mirando a un lado y al otro. No había nadie. Ni caseta ni peaje ni guardias. Nadie. Algo en su interior le hizo bajarse de su montura. Se apartó a un lado mirando la altura del mismo y buscando primeramente a alguien a quien preguntar y por un segundo pensó que quizá el puente lo había construido algún ser mágico, negó recordando los cuentos que le contaba su abuela. 

Volvió y tomo del ronzal a su mula, se atrevería a pasar. Entonces vio en el suelo una loseta en la que creyó ver al Arcángel San Miguel con su balanza en la mano. 

- Puedo cruzaros a ti y a la mula por una moneda -le dijo el barquero, que lo había visto llegar desde la lejanía. 

- No he visto guardias, ni nadie que no me permita pasar.

El barquero sonrió:

-Si estás muy seguro de ser un buen hombre, nada has de temer, si no vuelve por donde has venido, o págame la moneda. En la mitad del puente San Miguel pesa tu alma, si está limpia, cruzas. Si no caes desde el puente contra las rocas.

Entonces recordó que ya no podía volver hacia atrás, el camino estaba cerrado. Estaba muerto. Iban a pesar su alma, miró a su fiel mula y pensó que después de todo ella nunca había hecho nada malo. Y el la había tratado bien. 

El barquero lo miraba socarronamente. Era ese de nombre extraño que te lleva al infierno por una moneda. 

- Yo te pago la moneda, pero prefiero pasar el puente. Mi fiel mula me ayudara a pasar al otro lado. Pisó con pie firme, mientras caminaba sobre el puente. La pértiga del barquero movía el agua mientras se alejaba. 

Imagen propia. 

Ainhoa y Guille. 

Para saber mas:

https://deamoresyrelaciones.blogspot.com/2023/09/convocatoria-para-los-relatos-del.html