El tren de larga nariz

 

Atronador sonido de ruedas de maletas que nadie escucha. Los que atiborran los andenes son burbujas andantes insonorizadas, con sus auriculares inalámbricos. Topos humanos de pelaje más o menos colorido, con los ojos miopes o casi ciegos en sus pantallas. Nadie sonríe porque es viernes y empieza un fin de semana, o unas vacaciones de primavera ya sin más sentido que ese, desconectar. O hacer fotitos de tus viajes, como mola. O inventártelas, que mola más. Ser muy creativo. 

Van entrando al tren de nariz larga. Se pone en marcha. No miran los andenes que quedan atrás, ni el paisaje urbano que sale a su encuentro, tan desangelado y poco estético. Ni siquiera toman en serio que están viajando desde el hoy que los estresa hasta un sueño u otra rutina. Lo que no es ahora mismo no existe. El ahora mismo, tampoco. Ni el tiempo. Existen los tik tok, la avalancha de mil imágenes, diez mensajes, los wassap. 

Más tarde (el tiempo no existe) todo se para. Alerta. El tren narigudo, parado. No llegarán a tiempo a ninguna parte. Y empiezan las quejas. Es viernes, a saber cuando aparecerá el juez de guardia. Es viernes, finde, vacaciones, pierdo conexión y dinero. Las vías del tren deberían estar aisladas por muros de seguridad. Todo esto pasa porque gobierna quien gobierne. Ya me han jodido mis sueños, aunque no tenía ninguno.

Un ser humano se ha metido en la vía y se ha ido de cara hacia el tren narigudo. Está muerto, decentemente tapado bajo un plástico para que no haya ofendiditos. Sucedió ayer en la ciudad en la que vivo. Una verdadera molestia para empezar las vacaciones. Demasiado loco suelto importunando a la gente de bien. La muerte es algo de lo que no se habla, causa estrés. Hay que decir "se ha ido".  O, en el caso del que fue a encarar el AVE, sin duda tropezó con él. Mala suerte.