Cuando se está mal, no hablamos.

 

Cuando realmente estamos mal, hablemos. Sin miedos, ya nos sobran. Sin vergüenza, la vergüenza no puede ayudarnos. Sin pudor. ¿Estoy fatal? Sí. Me siento como el culo, sí. ¿Todo me causa terror? Sí. ¿Soy imbécil? Tal vez no. O sí. O podría ser. 

En este momento la vida me duele como si me clavaran puñales. Claro que nunca me han clavado puñales, pero valga el símil. Estoy desfondado. Estoy hecho polvo. La angustia me sabe a metal en la boca. No se hacia donde volverme. No veo nada que no sea oscuridad. A veces hasta me cuesta respirar, tragar el aire y la vida tal y como ahora mismo es. 

Lo estoy escribiendo. Se que me alegraré de haberlo hecho. Cuando regrese la cordura, cuando tanto dolor se desvanezca. 

Guille.

Muchas veces he escuchado a muchas personas  que hay cosas de las que no se hablan. Quiza por que quien me crio siempre me dejo claro que hay que hablar de todo. De lo que duele, de lo que quema, de lo que nos entristece hasta de lo que nos hace felices.

Muy posiblemente hablar es lo que nos salva, aunque duela mejor fuera que dentro. 

Ainhoa.