Crónica de una noche roja
Un solo trueno certero y ensordecedor gotas de lluvia
roja sobre el asfalto. Nadie alrededor en los arrabales de la ciudad del agua.
Donde la roja hoy refleja la muerte. Noche oscura amparo de los ofendidos,
quienes han perdido al ser querido, buscan venganza, todos se conocen y nadie
espera. Los ofensores huyen con lo puesto a las puertas de la ciudad, cualquier
camino es bueno. Nadie llora, nadie grita, unos corren, otros saquean, roban y
se reparten el botín, víspera de jueves gordo, del lardero, primero se cobra y después
velorio.
Al otro lado de la frontera la otra Al Garnata, la de los
turistas, la de la Alhambra, la de Lorca. Pasan los bomberos, la policía, una
ambulancia. Otro más para la lista. El lado oscuro, el que ni existe ni se
nombra, la vergüenza. El monstruo que alimentan unos y otros. Solo será una
noticia en una pantalla o impresa cuando llegue el nuevo día.
Tras una agónica noche nace la nueva mañana acusatoria
y sin culpables una fina capa roja marca el lugar de la venganza.
Ainhoa.
Ojalá vivas tiempos interesantes.
“Ojalá vivas tiempos interesantes”, advierte una
maldición china. Apurar las horas con luz, silencio, carga de móvil y
ordenadores en una biblioteca pública. No muy lejana, pero sí fuera del barrio
a oscuras durante veintidós días, uno tras otro. Mochilas, linterna en el
bolsillo, anticipando llegar a una casa pertrechada con muros de 25
centímetros, capaces de absorber el frío con avaricia hasta transformar una
vivienda en una morgue. Sin toser ni trincar gripe o resfriado. Los humanos
somos duros, mucho más de lo que imaginamos.
Otras cosas jamás las hemos visto. Bajamos del bus a
comprar algo de cena caliente. Rápido, hay que cenar deprisa antes de que la
morgue y el vaho que sale por las narices te congele. Linternas, pilas, humor.
El humor se acaba pronto. Mucho ruido fuera. Parece
ser que alguien acaba de volarle la cabeza a otro alguien. Puede pareceros
terrible, ya. Los humanos tenemos piel de elefante, y eso es parte del decorado.
El resto, no. Nunca lo habíamos visto antes. Una
nube de figuras negras, enguantadas, con pasamontañas, palanquetas,
herramientas. Todos silbando códigos en plan silbo gomero. Corriendo,
apalancando, destrozando, robando. La familia ofendida saquea las casas de la
ofensora. Saquear es poco. Revientan puertas, cocheras, rejas de ventanas.
Entran como la marabunta. Limpian todo, se lo llevan tan tranquilamente. Luego,
queman coches. Luego, piden justicia (¿quiénes?). Por unos callejones
laberínticos, conocidos para ellos hasta a ojos cerrados, huyen los
saqueadores.
Por los mismos, pero a ciegas y con miedo, los persigue la policía
nacional. O los topos, porque no ven cómo se llevan neveras, congeladores,
teles de plasma, motos, bicicletas, focos para invernaderos de marihuana y
hasta los dientes de Dios. Cómo arden coches, eso sí se ve: más o menos las
Fallas de Valencia estilo poligonero.
Y que nadie espere leerlo en la prensa al día
siguiente. “Se han evitado males mayores”, dicen. Lo que pasa en la milla, se
queda en la milla.
Guille.
Ambos lográis que el lector se sienta como un "voiyeur", no participa en la escena pero siente el odio, el miedo y todos los sentimientos que tan bien plasmáis.
ResponderEliminarBesos
Gracias Ambar en ocasiones la rutina pasa de largo de la vida y es sustituida por otras situaciones demasiado complicadas. Un abrazo y buen fin de semana.
EliminarCotidiano. Silenciado. Sin grandes titulares. Gracias por tu comentario, Ambar.
ResponderEliminarTriste y dura realidad. El hombre es lobo para el hombre.
ResponderEliminarGracias por leernos y compartir nunca nos imaginamos lo que podemos llegar a vivir un abrazo y buena semana, nosmanipulan.
EliminarGracias por tu comentario, nosmanipulan. Lo más amargo de todo (y lo más sucio) es la impotencia que comparten, disfrazada de resignación.
ResponderEliminar"Lo que pasa en la milla se queda en la milla". Demoledora esa frase final. Un relato durísimo con una carga de denuncia tremenda. Muy buena historia, con cierto aire de leyenda trágica.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marta Navarro. Para ser buen "reportero" no hay nada como haberlo visto y vivido. Luego hay que hacer literatura, pero la base ya está ahì.
EliminarDesgraciadamente la manipulación está al orden del día, comenzando por la informativa. Saludos!
ResponderEliminarHola M.T además de lo que dices hay demasiado ruido informativo. Gracias por comentar. Un abrazo.
Eliminar¡Hola Guille y Ainhoa! Tremendos relatos, tristes, pero escritos con una cercanía a la poesía. Que existan lugares así donde todo se calla y se oculta es dramático.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Gracias, Merche, por tu tiempo y tus palabras. ¿Existen? Hemos vivido en ellos. Eso enseña muchas cosas, siendo positivos. Abrazos.
EliminarHola Ainhoa y Guille. Deduzco que ambos relatos se refieren a un mismo suceso, ocurrido en los barrios pobres de Granada, esos que a nadie importan, donde los propios residentes se ajustan cuentas entre si y la autoridad simplemente hace un acto de presencia testimonial. Luego está la otra Granada, la de los turistas, la que se intenta proteger de esa realidad invisible. Supongo que son acontecimientos que habéis vivido de cerca. La realidad muchas veces no es la que nos cuentan en los informativos. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Jorge, lo que no cuentan los telediarios muchas veces se queda corto o simplemente cuentan otras cosas. Gracias por tu acertado comentario. Un abrazo y buen finde.
EliminarBuenísimo. Tan real que se sale de la pantalla. Las dos caras de la ciudad, hipocresía y manipulación. Además de ser contundente el alegato, está escrito con frases tan cortas como fogonazos. Es impresionante, lo que contáis y cómo lo contáis.
ResponderEliminar¡Así se manifiesta el rechazo, pareja!
Hola Tara gracias por tus palabras la verdad es que hace falta poner distancia y que haya pasado algo de tiempo para ver el impacto real de lo escrito. Gracias por leernos y apreciar lo que escribimos. Un abrazo.
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