Mira con los ojos eternos del búho,
pupilas dilatadas
que sin serlo son redondas, amarillas, implacables.
No es aquel mundo de mármoles clásicos, ni la
sagrada sombra del olivo, ni un mar azul y doméstico.
Los ojos eternos del búho devoran bosques tan
viejos
como la memoria cuando se inventó de nuevo el mundo,
cuando el búho se convirtió en la doméstica mascota
de una diosa domesticada.
Imagen propia, bajo la misma licencia que el blog.
Extraña y hermosa tu entrada de hoy. La he leído varias veces y cada vez que lo he hecho me ha gustado más.
ResponderEliminarBesos
Gracias, Ambar.
ResponderEliminarAtenea, la diosa de la lechuza o el mochuelo más que del búho, lo ve todo con sus ojos sabios acostumbrados a la noche y la incultura. Esperemos que esos faros de la sapiencia nos iluminen entre las sombras.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Carmen: Un saludo.
ResponderEliminar