Sentado en una incómoda silla de plástico rígido, en
una antesala de semisótano, ante una lámina muy bien enmarcada que muestra la
entrada al templo de Abu Simbel. En la fotografía va a amanecer, la luz rosada
y tenue promete una destellante oleada de sol sobre el desierto. Lo ha visto
tantas veces que se fija en los detalles. Hay una sombra sinuosa.
Insignificante. Apenas una curva entrevista en una esquina.
La lámina enmarcada se diluye, como una puerta.
Y el detalle es una serpiente, esa curva que ha marcado la arena y sigue su
camino huidizo, asustada, buscando esconderse. Continúa dejando marcas sobre la
arena naranja. Pero hace frío. Marcas en forma de s. Marcas de patines viejos. Está
buscando a Annemarieke y se ha equivocado de cuadro. Tras la siguiente puerta
siguiendo a la serpiente que hace dibujos en forma de s, lleva patines para
hielo. De los antiguos, con cuchilla de hueso. Se agacha para atárselos al
borde del lago helado mientras el vaho le sale de la boca. En la capa de
cristal grueso se refleja el mundo al revés. Y a su lado, sobre el hielo, una
niña juega con un trompo que deja marcas con su punta de hierro. Marcas en
forma de s.
De repente hace menos frío. Puede ver más allá del mundo
invertido en hielo, puede desear que los árboles se vistan y los campos
retoñen. Levantando la oreja casi oye música. Gaitas. Cantos. Panderos.
Entrechocar de jarras. Annemarieke ya se ha casado, parece muy satisfecha. En
una esquina de la sala engalanada se escabulle una lagartija, una pequeña
serpiente con patas dejando un rastro en forma de s. Se escabulle por la
bodega, tras un paño gris. Y se mira los pies. Ya no lleva patines de hielo. Ni
falta que hace. Ahora está en otra esquina, justamente en la inferior derecha
de otro cuadro.
-¿Eres capaz de dormirte con el frío que hace y en
esa silla?
Abre los ojos y mira. Al fisioterapeuta, a la enorme
lámina enmarcada del templo de Abu Simbel y a la huidiza sombra de la
serpiente.
-¿Te has fijado en esa sombra de ahí?
-Lo veo todos los días.
-Qué va. Lo miramos cada día. No lo vemos.
Imágenes Wikipedia Commons.
Lo que da de si una cabezada. ¿ Es posible que veamos más cosas en los sueños de las que miramos en la vigilia?.
ResponderEliminarMe ha gustado el relato. Besos
Gracias Ambar. Vemos muchas cosas cuando dejamos la mente quieta y no tenemos (al inicio) curiosidad ni supuesto interés por lo que vemos: Ni planificamos, ni juzgamos. Sólo miramos durante el segundo que dura una cabezada. O a mí me sucede, vaya.
ResponderEliminarLa figura de una serpiente y su significado en el inconsciente y en los sueños daría para una tesis doctoral en el psicoanálisis del señor Freud, ¿no te parece?
ResponderEliminarUn saludo
Cierto, Carmen. Pero se da el caso de que a mí Freud me cae antipático, soy fan de Jung XDD. Saludos
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