Dommoc era una ciudad anglosajona. Famosa en el
siglo VII por albergar la primera sede episcopal de Anglia Oriental, se
convirtió en un puerto de notable importancia dedicado al comercio, la pesca y
la venta de productos locales. No sólo comerciaba. Construía barcos codiciados
por su calidad, y llegó a tener casi la misma población que Londres en aquel
entonces. Su nombre se convirtió primero en
Donewic, y luego en el que aún conserva: Dunwich. Según el censo
británico de 2001, cuenta con 84 habitantes. Pero su historia fue muy otra
antes de que el mar se la tragara.
Existen razones para pensar que Dunwich fue en
origen un fuerte costero romano, una atalaya con su guarnición, ocupado
permanentemente. Azulejos y teselas romanas se han hallado como material de
acarreo, reutilizados, en dos iglesias medievales de la población. No cabe duda
de que fue también un centro religioso relevante para los anglosajones, incluso
durante la época de las invasiones vikingas. Pero su despegue económico se
produjo a partir del siglo X, directamente relacionado con la construcción
naval, el comercio del Mar del Norte y la pesca del arenque junto con sus
industrias derivadas del ahumado y la conservación. Antes de la conquista
normanda ya aparece como una de las
cuatro villas de la isla que posee mercado propio por concesión real. Y en el Domesday
Book (1086) se considera, a efectos fiscales, una de las diez
mayores ciudades del reino. Prueba del vigor y el crecimiento de Dunwich es el
gran número de parroquias, iglesias y monasterios que llegó a albergar dentro
de sus muros.
Al comienzos del siglo XIII era tan grande como
Londres en extensión y habitantes. Contaba con dieciséis edificios
eclesiásticos, un Priorato dominico y una Preceptoría de la orden del Temple,
de los cuales aún subsisten las ruinas de dos: El monasterio de los
franciscanos, y restos de la capilla de Santiago, que formaba parte de un
hospital para leprosos.
El mar no se tragó Dunwich en una noche, aunque hubo
una fecha decisiva en la que podría casi decirse que fue así. Desde mucho antes
la erosión costera había venido arrebatando tierras. En el catastro
fiscal del Domesday Book se indica el descenso de parcelas cultivables
sujetas a impuesto. La erosión hizo desaparecer un número significativo de
tierras de cultivo entre 1066 y 1086. Para intentar detener el mar se
construyeron diques de arena compactada y más tarde de piedra. Se abandonó la
primera línea costera, cuyos lotes se convertían en demasiado salinos para el
cultivo. Reforzaron la parte norte de la ciudad, la que contenía el puerto, las
atarazanas, los almacenes y, en la colina más alta, los secaderos de arenque y
las carpinterías en las que se fabricaban los toneles para el pescado seco y
las cajas destinadas al ahumado. A comienzos del siglo XIII fue necesario
apuntalar el convento de los franciscanos, demasiado cercano a la ladera que
retrocedía a ojos vista. De esa época conservamos registros fiscales que hablan
de la pérdida significativa de tierra de labor, del nuevo abandono de otros
lotes a causa de la creciente salinización, e incluso de pequeñas granjas y
cobertizos que el mar se había llevado en alguna tormenta. Sabemos así que
Dunwich seguía siendo muy próspera: lo bastante como para afrontar gastos
elevados de reparaciones y tareas de consolidación frecuentes.
Dos tormentas ciclónicas se reunieron en septiembre
de 1286 en el mar del Norte. Los vientos huracanados, la lluvia torrencial y un
oleaje de gran altura arrasaron el puerto y lo cegaron en parte. El río Dunwich
se salió de su cauce y se colmató. Nunca se supo con toda certeza el número de
muertos y desaparecidos. A efectos fiscales, pasado un año, sabemos que entre
600 y 800 viviendas fueron destruidas, arrasadas hasta los cimientos o tragadas
por el mar. Incluso las sólidas iglesias y monasterios sufrieron muy graves
desperfectos, algunos estructurales. Las pérdidas incluían la flota pesquera
amarrada, los talleres, almacenes y carpinterías, así como el ganado y la cosecha del
año, ya recogida y guardada en los graneros. Sin embargo, Dunwich se repuso y
volvió a gastar en obras que comenzaron por dragar el puerto y el río. Tanta
tenacidad, lamentablemente, no tenía nada que ver con el cambio climático al que
llamamos “pequeño invierno medieval”, que se iniciaba entonces.
Las tormentas ciclónicas se repitieron con idéntica
violencia en 1328 y 1347. El puerto quedó inservible. Coincidieron con una
época de crisis general en todo el país. Las lluvias llevaron a una gran
hambruna entre 1315 y 1317, de la cual la población no pudo empezar a
recuperarse hasta 1324. Dunwich había perdido gran parte de su población cuando
llegó la siguiente tormenta. Y tras la tercera, la de 1347, la Peste Negra
alcanzó Inglaterra. Ya en el siglo XVI, la reforma de Enrique VIII acabó con
los monasterios que aún subsistían.
En 2008, bajo el patrocinio de la Universidad de
Southampton, el profesor David Sear comenzó una serie de trabajos de
arqueología subacuática captando imágenes con sonar. La mayor dificultad de una
exploración directa estriba en la falta de visibilidad en las aguas poco
profundas junto a Dunwich (entre 3 y 10 metros) a causa de la gran cantidad de
lodos y barro en suspensión que contienen. Dunwich es la mayor ciudad medieval
sumergida del mundo, y la presentación del trabajo ha mostrado los límites
precisos de la villa, el trazado de sus calles, el puerto, el núcleo urbano fortificado, ocho iglesias y
ruinas de edificios. Asimismo, la precisión de los planos obtenidos servirá de
gran ayuda para continuar inmersiones de submarinistas orientándose gracias a
las cuadrículas delimitadas. No se esperan tesoros, pero sí un profundo
conocimiento de una ciudad perdida e intocada y de su vida cotidiana.
Bibliografía.
Imágenes: Wikipedia, Creative Commons.
Un artículo muy bueno. Y no lo había leído XD
ResponderEliminarAhora sí, Fearn Fall. Gracias por comentarlo.
ResponderEliminar