Lunes después de san Valentín


 

 

Un bajo es como una península: el mundo te rodea por todas partes, salvo por una. Tres calles tras las ventanas. Oyes los pasos, las toses, las charlas o sus fragmentos casuales. Las ruedas de los carros de la compra, las de los andadores. Voces de niños arrastrados a la escuela muy temprano. El cartero. Un retazo de canción. Las vidas a través de los móviles pasando fugaces. Algún grito destemplado. Un susurro secreto. 

Una voz de hombre diciendo "tienes que darme un beso aquí". ¿Dónde? ¿Con mascarilla o sin ella, cuándo? No se a quien se lo dice, es lunes tras san Valentín. La vida avanza un par de minutos, la magia se quiebra porque noto un terremoto, uno más, y de repente todo es silencio o pequeños gritos y pies apresurados hacia ninguna parte. Claro que ni me ha dado tiempo a levantarme, sólo en las películas malas la gente baja tramos de escaleras o recorre calles mientras el temblor sucede. ¿Dónde era el beso, cuándo iba a ser, de quienes se trataba? No era una voz adolescente, parecía madura. Me doy cuenta de que he desplazado la tensión hacia una mera cuestión literaria: en vez de mirar a través de la ventana he preferido imaginar personajes.

Claro, entonces llega la adrenalina. La casa no se ha caído, sólo han bailado los cuadros. Espero que el beso no tarde mucho. Y que sea sin mascarilla.

P.S Muchas gracias Ainhoa, por escuchar lo del beso y contármelo. 


Imagen propia bajo la misma licencia del Blog. 



 

 

Comentarios

  1. Siempre cómplices a la literatura . Crear personajes a partir de un beso que es más fuerte que un terremoto, es hermoso. Que bailen los cuadros, pero también el corazón. Besos Guille y besos Ainhoa :D

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    1. Tienes razón, Margarita. Fue extraño, hermoso y literario. Gracias por leerlo y comentar.

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