No me dais nombre, pero lo tengo.



Me vestís inventándome
con las sombras del miedo, negras y blancas;
pintáis mi máscara dura, madera o piedra,
me imagináis con tetas y una guadaña
o con una cara lampiña
de hombre muerto sin sexo, flaco, 
huesudo.

No me nombráis, tengo nombre:
mi nombre se susurra
desde las cunas que mezo
hasta el dolor que, por fin, apago.

Cuelgo de la noche de vuestros sueños,
esperándoos.
La única cita real: en Samarra.




Imagen propia, bajo la misma licencia que el blog.

Comentarios

  1. Siempre me gusto esa leyenda la de cita en Samarra . Fascina y engancha y a la vez como tu poema nos muestra la verdad de que andamos huyendo de algo que no esta y que siempre nos encontrara. Un abrazo Guille.

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    1. Obviamente, la leyenda lo sugiere todo. Y en este caso, "leyenda" sigue fielmente su etimología: no algo fantástico, o falso, si no lo que "debe ser leído". La única certeza absoluta en la vida es que todos tendremos una cita en Samarra imposible de eludir.

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  2. Fascinante Guille. Además, e incluso fuera de la historia en sí, qué forma más hermosa de expresarlo.

    La cita en Samarra...

    Besos:D

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    1. Gracias, Margarita. La vieja leyenda es la fascinante. El resto, maneras de escribir. Buena semana.

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  3. Cita en Samarra, más poético imposible. El miedo a imaginar y crear fantasmas, a que estos nos devoren sin posibilidad de cordura.

    Saludos, Ricardo.

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    1. Muy amable, Ricardo. Claro que la Muerte (la última cita) no es un fantasma, es lo único real. Otra cosa es cómo lo vemos. Buen lunes, y mejor semana.

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  4. Todos acudiremos a esa cita, por mucho que evitemos nombrarla. Hermoso poema. Un abrazo.

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