Caminos de Santiago: Finisterre.








Ya has caminado más de ochocientos kilómetros. Has visto en la última posta, una legua antes de Compostela, sus dos torres arder recortadas contra el crepúsculo. Línea de meta. Sabes que el camino sigue hasta el Fin del Mundo. Hasta Finisterre.

Las películas suelen ser misericordiosas. Acaban antes de que te hagas preguntas de más. ¿Qué sigue en los cuentos después de aquello de 'fueron felices para siempre'? ¿Qué hay detrás de las batallas victoriosas, de la justicia impartida, los malos castigados y los buenos ondeando banderas? Películas. Finisterre se parece a una enorme mano de tierra batida por todos los vientos, con su faro enhiesto, su pobre vegetación a ras de piedra, y el incesante sonido de un mar poderoso. Ya no hay ni un paso más que dar. Es el oeste del oeste, el umbral. No puedes pasar. 

Muchos peregrinos quemaban allí sus botas, en un rito que yo no pude permitirme. No lo hubiera hecho, y -además- no podía volver descalzo. Supongo que se les olvidaba que hay que volver. O que no pensaban que por honesta que hubiera sido tu hazaña personal era sólo eso: una batalla personal, un desnudarse de máscaras, un superar miedos, un rito de paso que te llevaría al final al borde del oeste, ante una de las imágenes más arcaicas de la muerte. Eso es lo que has hecho. Un largo juego laberíntico, un ars moriendi. 

Curiosamente, lo más amargo no es la derrota. Es la enseñanza. Casi todas las batallas se pierden, pero eso no importa. Importa actuar sin que importe el resultado. Y, por cierto, si vais a Finisterre, agachaos. Palabra que el viento del oeste puede sentaros de culo, y el suelo de roca no es muy blando.





Imagen cedida, bajo la misma licencia que el blog.

Comentarios

  1. Los regresos en las historias épicas o no aparecen o tan solo son algunas lineas que parecen quedar a la sombra, la resaca, el día después son tan parte de la historia como la propia victoria o derrota. Ojala todos llegemós a Finis terrae sanos y salvos para poder volver igual.

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  2. Tienes razón. Escribí otra entrada sobre los regresos, creo recordar. Será cosa de desempolvarla. Gracias por tu tiempo y tus palabras. Muacs.

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  3. ¡Hola Guille! ¡Hola Ainhoa! Bueno, deciros que una vez fui a hacer el Camino de Santiago. Fue la experiencia más hermosa del mundo hasta que algo la torció tanto que se terminó el peregrinaje, ja ja. Pero... aun así llegué a Santiago, que no a Finisterre. No sabía eso de quemar las botas, pero coincido contigo Guille, eso de quemar las botas, y luego para volver ¿qué?
    En fin. Me ha encantado tu entrada, como siempre. ¡Besos! :D

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  4. Quienes queman las botas suelen haberse comprado (en Santiago) calzado de repuesto. A mí no me daba el presupuesto XD, ni soy dado a tirar hasta que algo no se cae a pedazos. Basta con decir que aquellas botas ya son mayores de edad -tienen 18 años- y todavía las uso. Gracias por tu tiempo y tu comentario, Margarita. Y ¡feliz Día de las escritoras!

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  5. Viaje iniciático, de búsqueda personal y lucha interna el del Camino de Santiago, ruta plagada entonces de muerte relacionada con los asaltos de bandidos, las inclemencias del tiempo y las epidemias contraídas en cualquier albergue. La ruta no estaba exenta de peligros sin cuento y se necesitaban a veces años para recorrerola en su totalida y regresar vivo y coleando.
    Un saludo

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  6. Las inclemencias del tiempo y las 'epidemias' (suelen ser diarreas, ampollas o quemaduras solares) siguen ahí. Gracias por tu comentario, Carmen Cascón. Y buena semana.

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  7. Finisterre es la magia, el fin de todo. Más allá no hay nada. Algunos lo buscan por el norte, sin embargo se aprende que para cada uno hay un Finisterre, un límite donde no se puede cruzar. Luego el vacío, el final de todo y principio de nuevas posibilidades, aunque por medio haya que morir en el intento.

    Saludos, Ricardo.

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    Respuestas
    1. Muy cierto, Ricardo. Supongo que para mí, de gustos norteños, la puesta de sol en el Fin del Mundo tuvo idéntica resonancia que para otros en distintos lugares. Soy de quienes buscan lo que une y no lo que separa, de manera que la experiencia vital es idéntica sea cual sea el decorado. Muchas gracias por tu tiempo. Buena semana.

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