Comunicando




Recién instalada. La puerta acababa de  cerrarse tras sus amigos. La primera cena en su nuevo hogar había superado la prueba de fuego. Una reunión animada, comida china, juegos de mesa, una peli , y al final una larga tertulia. Fue apagando las luces hasta dejar nada más la de su habitación. Pasó por la cocina, donde los cacharros esperaban  la fregada del día siguiente. Apagó la luz antes de meterse en la cama. Le gustaba sentir el frío suelo a través de los calcetines, antes de entrar entre sabanas y mantas. Cuando los recuerdos de su estrenado hogar y las sensaciones de placer después de haber recordado toda la mudanza se asentaron, se dejó  llevar hacia el mundo de los sueños. Entonces sonó el teléfono fijo una vez, eran más de las dos de la mañana, nadie en su sano juicio llamaba a aquellas horas. Se tapó con las mantas y cuando estaba a punto de dormirse ocurrió lo mismo. Otro tono, y silencio. A la tercera se levantó y desconectó el fijo, ya casi nadie los tenía.  Fue a la cocina y echó una mirada asesina a los platos que se acumulaban.

Una idea obsesiva se enseñoreó de su mente. Las llaves. De nuevo atrás en el breve pasillo, localizar su bolso, agitarlo esperando oír el sonido tranquilizador. No. Cálmate. Mira. Al final las llaves estaban justo donde debían estar, puestas por dentro en la cerradura con su buen cerrojo bien corrido. Sensato. Lógico.


La lógica salta por los aires la primera vez. Es tu casa (alquilada, ya). Son tu responsabilidad, las llaves y el cerrojo. Es el inmenso silencio que no contarás a nadie, la alquímica mezcla de desamparo, terror, voluntad, erratas, capacidad y máscaras. Mañana se fregarán los platos. En unas semanas breves tus amistades soltarán las lenguas y juzgarán: que valiente. Que imbécil. Mola la zona. Baratito, se nota. Tampoco está tan mal. El vestido es de hace dos temporadas, pero le sentaba. Cutre hasta el vestido. Si, es muy maja, muy buena gente, pero le hace falta un tío. O una tía. O un gato. Nos lo pasamos genial, buenas copas gratis, se curró el buffet casero. Ya, para cattering no le daba. Independiente, joven, con casita, mola.


Durmió bien. Se fue a currar de independiente jugándosela, zapato plano y ropa con dos temporadas. Y cuando volvió fregó los platos, se puso cómoda, se repantingó en el sofá color diez temporadas antes, encendió el Pc y el móvil. Calmada, sin ira. Imparcial como la Madre Tierra cuando hace su limpieza anual.




Texto escrito por Ainhoa y Guille. 
Imagen propia bajo la misma licencia que el Blog. 

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