Una abeja va sobre el cofre del muerto...


Un evento con formato de Feria siempre está lleno. Incluye el largo paseo de puesto en puesto, incluye el asombro en sí mismo. Las nuevas experiencias. Y el trabajo, porque también lo es: relaciones sociales, intercambio de tarjetas de visita, pedir permiso para subir fotografías a blogs, sonreír muchísimo, intercambiar opiniones, hacer cuentas mentales, sopesar. Do ut des. Te doy para que me des.

Algunas cosas se me dan bien, y otras fatal. Afortunadamente, formo parte de un equipo que compensa mis carencias a cambio de que yo ofrezca otras cosas. Claro que tras asombro y trabajo llega la hora de la gusa. Hambre. Pillar algo. Genial en una feria de productos alimenticios: pillas unas catas de  cada cual que ofrece y te vas con una muestra de vegano,  una de queso, una de pan. Pasas por la barra, pides dos birras (con su tapa gratis) y acabas bajo la sombra sentados en un banco público de aquellos de metal estilo siglo XIX.

Entonces llegó. Una abeja. No, no somos flores. No tenemos polen. Me he habituado a tratar con avispas y abejas según su código: no te alarmes, no hagas gestos bruscos, apenas te muevas, déjalas convencerse de que no soy comida ni planta. Una picadura para mí supone inyectarse un urbasón. Nunca hay que dramatizar, vive y deja vivir.


La abeja en cuestión sentía un interés excesivo por la birra. Bueno, uno nunca sabe, tal vez sepa que es cebada. Se posaba en los bordes y levantaba vuelo. Luego algo falló. Se puso a catar, y acabó flotando en uno de los vasos. Ainhoa opinaba que se ahogaría (sin duda) pero ahogarse lleva su tiempo. Dignos aprendices de aquel Francisco de Asís improvisamos con uno de los folletos un cazador de bichos. Que no me picara, votoadiós. La sacamos del vaso. Posada sobre una rotonda de jardín decimonónico parecía una croqueta embarrada. Tardará en espabilarse, comentamos. Tardó. Bastante. En ponerse bajo un rayo de sol entre la sombra de los árboles.  Eso sin contar que sin duda había libado, y  debía llevar una castaña de birra guapa. Una abeja es pequeña, yo hacía las cuentas de su tamaño y el rato que anduvo probando antes de tirarse a la piscina. Un buen pedo etílico.

Al final voló, y desapareció. Nos encantaría saber qué contaría, en su lenguaje gestual y químico, al resto de la peña de la colmena.





Imágenes propias (la mala se debe a que la abeja era más rápida que el ajuste de la cámara) bajo la misma licencia del blog.

Comentarios

  1. Igual le gustó la experiencia de su primera borrachera y quién sabe lo mismo al día siguiente volvió a visitar la Feria.
    Un abrazo

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  2. Igual va con la colmena entera. Seguiremos informando XD

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  3. Oye, seguro que contó que la birra estaba demorirse y que si les parecía bien volasen todas a la Feria para catar algo. ¿Te imaginas la escena con la peña saliendo a escape ante un enjambre de abejas fiesteras?
    Un saludo

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  4. Me la imagino, Carmen. Ignoro si fue o no feliz la abeja con el pedo, pero voló toda contenta XDD

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