Muchas personas han hecho cosas inusuales que aún perviven. Casas
imposibles, reconstrucciones a su manera, novedades insólitas o sueños plasmados
en piedra.
Jedediah, hijo de Malcom McIntire, padre de Malachías McIntire y
abuelo de Zacharías McIntire, era de otra pasta.
Se decía que llegaron a América (a las colonias Británicas, claro) por
ser devotos y perseguidos. No ha sido probado. Sabemos que fueron fieles a la
Corona aún tras la Independencia, y eso les trajo problemas. Normal. Luego reaparecen en el Sur, a favor
de la marea. No les gustaba esa aristocracia inculta, pagana y vendida de
irlandeses sin clase e ingleses vulgares. Puesto que no les daban valor alguno
ni se relacionaban con la comunidad, mudaron al bando de los especuladores en tierras, y, en especial,
de los anticuarios cazatesoros.
Luego vino la Guerra Civil como la plaga de langosta. Fueron odiados
como especuladores de granjas y plantaciones, eso va en el oficio y se sabe,
porque son subastas públicas. Las otras, no. Cada familia al borde de caer en
el abismo social arañaba sus cofres. Joyas, cuadros, porcelanas. El primer envite. Luego telas,
tapices, documentos antiguos. Y joyas. Siempre joyas, el último recurso
perdiendo precio a medida que la soga se estrecha. Y luego, la casa en sí.
Maderas. Muebles. Piedras talladas. Todo.
Tras hacer fortuna los McIntire recalaron un tiempo en Chicago.
Después de todo, eran expertos en el Sur (y en cómo hacer dinero colocando en
el mercado laboral a negros libres sin otro derecho que
la supuesta libertad). Eso les sonaba. Eran como los hombres libres pero
dependientes de Escocia, nada nuevo bajo el sol. Clientes, hubieran dicho si
supieran latín.
Tardaron un poco en aprender latín. La lucidez inmediata suele
funcionar si se mira hacia adelante. Cuando Jedediah, primogénito, enterró a su
padre, debía haber pensado en una heredera americana y en el futuro. Pero
pensó en una joven prima segunda aún lo
bastante joven como para no languidecer en Escocia.
Su oficina de empleo para negros siguió prosperando, como el resto de
múltiples inversiones. Pero entonces se equivocó. Eso cuentan aún hoy los más
viejos del pueblo. No era un mal hombre, o no el peor. Pero se equivocó.
El Sur por el que había pasado como una pisada sobre nieve, vana y
fugaz, lo marcó. Eligió un pueblo muy pequeño, tradicional y respetablemente
luterano lo bastante cerca del Chicago de entonces como para llegar en coche de
caballos en un par de horas. Se presentó a las autoridades diciendo que deseaba un hogar y formar parte activa
de la comunidad. Desoyó todos los consejos y adquirió una gran hacienda en tierras que dominaban desde arriba el
pueblo. Black Hill, la Colina Negra. Y en ella no alzó una casa acorde al frío
de Illinois, ni tan siquiera acorde a su propia vida ni a lo razonable. Levantó
una casa sureña con un invernadero, con bodegas como si allí pudieran crecer
vides, con un salón de baile que jamás se Llenaría. Jedediah era un buen
patrón, y eso calló muchas bocas. Pero, más tarde, acabó sabiéndose todo.
Imagen propia, bajo la misma licencia del blog.
La versión completa.
http://todoloquetienenombrexiste.blogspot.com.es/2016/07/jedediah-mcintire-version-completa.html
La versión completa.
http://todoloquetienenombrexiste.blogspot.com.es/2016/07/jedediah-mcintire-version-completa.html
¿Y que se supo luego?
ResponderEliminarMe he quedado con las ganas de seguir leyendo la historia de esta familia. Espero que no acabará aquí porque estoy deseando saber en qué se equivocó Jedediah.
ResponderEliminarSaludos
En algo se equivocó, aparte de en llevar una idea que no era suya a una tierra que no podía hacerla crecer. Es una larga historia. Gracias por tu comenario y por leerla, Ambar.
ResponderEliminarUn montón de cosas, Len. Y ninguna buena.
ResponderEliminar¿ cuándo continuara?. No quiero meter presión pero estoy impaciente.
ResponderEliminarTrataré de no hacer esperar. Gracias, Ambar.
EliminarNota: se está cocinando una versión más completa.
ResponderEliminarMe gusta la historia de jedediah. Profunda y cautivadora. Se equivocó no hay duda.
ResponderEliminarMuchas gracias por leer el relato y molestarte en comentarlo, nosmanipulan. Sigue cocinándose una versión más completa.
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