Era altísima. Para mí, claro. No recuerdo su olor,
ni su tacto. No recuerdo casi nada. Fogonazos. Se llevaba muy bien con la
señora de la limpieza. Se tomaban juntas una birra y una lata de mejillones.
Los viernes. Se llevaba muy bien con la vecina de abajo, que tenía una
peluquería. Y con los de enfrente, los Cantallops, abuelos payeses e hijos en
las fábricas.
Era altísima. Una vez me estampé bajo la mesa, y
ella me recogió, me puso mercromina y me meció un rato. No recuerdo la nana, si
era nana. Otra vez tuvimos pleito. Ellos (mi madre y mi padre) veían los
Estudio Uno del canal Tv (sólo había uno, conste). Teatro. Se enfadó mucho
cuando leí las letras, los intérpretes y eso. Bueno. Me llamó mentiroso. Bueno.
Seguí leyéndolas, porque leía y no era mentiroso. Y lloró. No se, ni jamás
sabré, por qué lloró.
Luego se murió. Estaban viendo en TV un partido de
tenis. Eso les gustaba. La voz de mi padre era como la de ella: siempre
controlada, precisa, sin elevar el volumen jamás. Como la mía es ahora: no se
grita, no se pierde el control. Nunca.
Era un cuarto de baño alicatado en blanco. Entonces,
rojo. Mi madre, esa señora de la que casi nada recuerdo, vomitaba sangre. Luego
fue un entierro a ataúd cerrado (ya, claro), y mi primera maleta. Una cosa
siempre se la agradeceré, haber hecho de mí un cosmopolita. Le podría agradecer
más cosas, pero tenía cinco años y no me acuerdo.
Muy valiente por tu parte el contarlo, hay otra cosa que has aprendido con su memoria a escribir relatos cortos. un abrazo.
ResponderEliminarNo hay mucho más que contar, y no me gustan los relatos cortos. Pero he aprendido a ceder, y a no hacer más preguntas que las estrictamente necesarias.
ResponderEliminarMe ha impresionado.
ResponderEliminarMuchas gracias, Juan Marcos.
EliminarEs muy bueno. Directo, como recuerdan los niños. Sin explicaciones.
ResponderEliminarGracias, Ari.
EliminarDire que me ha gustado porque es muy bueno. Pero no diré más, que soy metepatas.
ResponderEliminarCada quien se expresa a su manera, Antón. Además, no te llaman metepatas, si acaso 'cotillo' XDDD, y en tono de broma. Ser curioso no es malo. Gracias por tu comentario.
EliminarA mi me da mucha pena, pero tal vez por eso es buen relato.
ResponderEliminarConvertir experiencias en literatura es como exorcizar demonios. Muchas gracias por tu comentario, Presentación.
ResponderEliminarVas a tener razón.
ResponderEliminarYo lo veo así, pero no tengo por qué tener razón. Gracias, Fearn.
ResponderEliminarNo es frio, es contenido. Cuando leo tus relatos, te imagino así. Muy bueno.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Frío no es, o al menos no quería que lo fuera.
EliminarLos recuerdos asaltan como fogonazos y se describen en frases cortas, palabras sin más, acotadas por punto y seguido. Una señora en la bruma es el único recuerdo que tienes de tu madre y es normal a tus cinco años. Otros no pueden decir lo mismo.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, Carmen, muy amable. En este caso valía más ceñirse y olvidar las frases de relativo, para convertir un recuerdo en lo más ajustado posible a lo real. O al recuerdo mismo. a frontera entre ambos es brumosa.
ResponderEliminarQué directo. Te deja callado.
ResponderEliminarGracias, Lucas. Tampoco hay mucho más que decir. Preferí contar hechos.
EliminarQue bien hecho está. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias. Tiene su técnica, claro, como todo escrito
EliminarTiene su técnica, estoy de acuerdo. Y su filo de escalpelo.
ResponderEliminarPara usar (bien) un escalpelo, la mano no ha de temblar.
EliminarQué fuerte.
ResponderEliminarSupongo que da esa impresión.
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