Hubo una vez.



La calzada romana todavía resistía al paso del tiempo y los pies, cascos y ruedas que transitaban una y otra vez. A veces  era el mejor trayecto pero otras era mejor escoger los caminos escondidos, atajos que no eran aptos para curiosos.

Tumbada sobre la piedra, antes de abrir los ojos escuchó el inconfundible sonido de la madera sobre la piedra acompañado de unos pasos muy cansados y lentos que no se detenían.

El sol la deslumbró e  intentó moverse buscando la oscuridad, entonces se dio cuenta que no estaba en ningún lugar conocido o por lo menos no en casa.

Los pájaros cantaban y el viento suavemente le acariciaba la cara, tocó el suelo, que no era blando, piedra pulida por el viento y la lluvia. No consiguió recordar nada que pudiera darle una pista sobre qué había ocurrido.

No parecía tener nada roto y nada le dolía excesivamente como para pensar que la habían atacado o dado un golpe, sentía los miembros y el cuerpo entumecidos.

Intentó rodar sobre si misma hacia algo más mullido  donde poder incorporarse despacio. Siguió escuchando los pasos y la madera golpear sobre la piedra.

Se sentó y observó a alguien que se acercaba, le ponía algo en el regazo y seguía su camino después de haber hecho un gesto de despedida.  El sobre estaba lacrado y sobre él unas letras que decían: para mí misma.

La abrió y se dispuso a leer despacio y pausadamente mientras la figura se perdía en la lejanía. Una carta larga y bastante inverosímil que se creyó de cabo a rabo.

Era ella misma que se escribía a sabiendas de que no recordaría nada, intentaría averiguar su origen, su identidad,  su procedencia  y recuperar una vida de la que había estado huyendo mucho tiempo.

La carta contaba de cabo a rabo hasta pequeños detalles de una mujer que no había sido feliz en su vida,  que necesitaba un cambio. Huir no era fácil y menos si era ella la que se iba.

Había preparado su propio secuestro, hasta  encontrado un cuerpo para simular su propia muerte, no dejaba  ningún hilo y según se contaba a si misma su marido poco la lloró. Ya  tenía a otra.

No dejaba hijos, solo una perra que la pobrecilla seria la que más notaría su ausencia. Se guardó la carta entre las ropas y se miró. Atuendo de viaje de buena calidad y una bolsa con dineros suficientes para iniciar una nueva vida, algunos objetos personales que corroboran lo dicho.

Se acercó a un regato que pasaba y bebió mientras se miraba en un remanso del agua, no era una mujer ya anciana pero si madura, que sus gestos mostraban las vicisitudes de una vida no demasiado halagüeña.
 No entendía la desmemoria, no recordar nada. Caminó por la calzada hasta alcanzar a quien le había dejado aquella misiva.

La miró y estuvo segura que era una anciana sabia, de aquellas que lo saben todo antes de que digas nada. Se puso la capucha y la siguió, caminaron durante media jornada hasta llegar a una pequeña cabaña donde reposaron.

Se sentó en el banco de piedra  y respiró antes de que el sol se escondiera.

Sus cabellos  encanecieron y la vía romana se convirtió en un lugar sin secretos para ella, le gustaba la llegada del buen tiempo y recorrer los pueblos y aldeas contando sus historias acompañada de su fiel Lasca que había vuelto con ella.

La anciana sabia, la invitó a convivir con ella y poco a poco fue recuperando su pasado y su nueva vida, visitaba los mercados,  las ferias. Conoció el mar. Algún marinero y  algún caminante se prendaron de su  sombra.

Con el buen tiempo vivía sola con Lasca, para el otoño y los fríos había encontrado un buen compañero además de la sabia Juliana que ahora se sentaba en el banco.

Era feliz y hacia poco había decidido añadir una nueva historia a su repertorio, que empezaba así…


Hubo una vez….


Fuente imagen: Wikimedia commons Autor Elemaki, Jose Porras. 




Comentarios

  1. Las viejas sendas de comunicación guardan las voces y ecos de los pies y vidas que las transitaron. Aquí tenemos cerquita la Vía de la Plata y cada vez que me acerco a ella y la transito un ratito me invento una historia nueva, imagino el perfil de un rosotro, el sonido de un carro, las voces de los viajeros.
    Un saludo

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  2. Que evocador, quizá por que yo también nací cerca de otra de esas vías romanas y lugar de cruce de caminos, me suena tan hondo esos pasos y esos caminantes y historias al igual que tu haces. Gracias por compartir tus pensamientos un saludo y buena semana y buen camino.

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    1. y a mi me encanta que te encante, a si que todos encantados y hacemos o un trabalenguas o un pareado. jajajaja.

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    1. Gracias Encina, un placer que nos comentes y que te guste.

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  5. Me alegra que te lo parezca : ) un saludo.

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    1. Eso es lo que engancha que lo que se lea impresione y guste, gracias Lucas.

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  7. gracias Presentación espero que lo disfrutes. un saludo.

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    1. esta muy bien ese tipo de enganche es sano y barato y dice mucho de las personas que son curiosas en el buen sentido y les gusta aprender y saber mas. un saludo.

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    1. Gracias Juan Marcos es un placer leer tus comentarios.

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  10. Buenísimo. Lleno de simbología, felicidades.

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    1. Gracias Migue, es cierto que el texto tiene elemento simbólicos y todo el es algo asi como el fin de un camino y el comienzo de otro, iniciativo, mas mundano, el resultado de elecciones bien pensadas. Eso ya depende de la persona que lo lee, nuestra propia vida e un enigma lleno de símbolos. un saludo.

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