Las dos primeras piedras de El Escorial: 23 de abril de 1563.




Y aunque parecen estas cosas contrarias  y como increíbles
procuraré mostrarlas con no poca claridad,
 aunque en esto ni en todo lo demás seré
cabezudo, que cada uno sienta lo que Dios le ayudare.

(Fray José de Sigüenza.
 ‘Fundación del Monasterio de El  Escorial por Felipe II' ).





     Todos sabían que algo iba a ocurrir en aquel año de 1577. El astrólogo de Felipe II había asegurado que la fecha fatídica sería el 21 de junio, debido a que esa noche la Luna entraba en su séptimo mes a la vez que el Sol inauguraba el séptimo grado del signo de Leo.

      El edificio, según la versión oficial, tenía como objeto conmemorar la victoria de las tropas españolas sobre las francesas en la batalla de San Quintín. Algunos sospechaban que había más razones. Se sabía que el rey devoto era también inclinado a la astrología, la alquimia y otras tantas ciencias en boga en la Europa del renacimiento. Además, decían, vestía siempre de negro no por modestia o piedad, sino para congraciarse con Saturno.

     Desde hacía varias semanas, los obreros que trabajaban en el Monasterio aseguraban haber visto rondar de noche un enorme perro negro que arrastraba una larga cadena. Decían que el animal daba prodigiosos saltos “que no podían ser sin alas”, según el cronista José de Sigüenza, y que se encaramaba saltando a lo alto de los pescantes de las grúas. Arquitectos, aparejadores, obreros y monjes habían escuchado los aullidos nocturnos de la extraña criatura.

     Esa noche los frailes estaban en la Iglesia, rezando Maitines. Oyeron entonces tales aullidos que, según fray José el cronista, “no quedó religioso en el coro al que no se le erizase el pelo”. Esta vez el sonido provenía de los cimientos del edificio, bajo las mismas ventanas del rey. Al cabo, dos monjes se atrevieron a descender al cimiento de las obras, capturaron al perro y lo ahorcaron en el antepecho de la Iglesia, de tal forma que todo el mundo pudiera verlo a la mañana siguiente.

     Dar muerte a un perro por ladrar no era algo corriente. Mucho menos que fueran monjes los encargados, y no la compañía  de alabarderos del rey. Y lo más inusual, el hecho de ahorcar al perro y de remate colgarlo en lugar sagrado, para que bien pudieran verlo cuantos fueran a la misa temprana.

     Los rumores se dispararon. Dijeron que el perro no era tal, sino Cancerbero, el que guarda los abismos del infierno. Otros opinaban que se trataba del perro de San Lorenzo (santo que nunca tuvo perro, que sepamos). Pero no era la primera visita que el diablo, o sus criaturas, hacían al Monasterio.

          Apenas un mes antes, la víspera de la Magdalena, se observaron al atardecer unos negros nubarrones que subían del valle. Las nubes se arracimaron en la cara sur del monte Abantos, y lentamente se desplazaron hacia el norte una vez hubieron rebasado la cima. Fray José, minucioso, registró entonces que una de las nubes emitió un rayo: ‘una exhalación seca y pavorosa’. Algunos de los hombres que estaban haciendo guardia  cayeron al suelo derribados. El rayo impactó en la sacristía destruyendo los lienzos que allí se guardaban, así como el cajón de las casullas y las telas que se custodiaban en la pieza. Pero el impacto principal fue  en la Torre de Poniente, donde se encontraban las campanas. Algunas piedras cayeron sobre la estancia del fraile relojero. El incendio que siguió a los impactos no pudo sofocarse hasta las seis de la mañana del día siguiente. Pero lo más curioso es lo que le sucedió al hermano relojero. Fray José de Sigüenza lo describe:

“{una vez apagado el incendio, y tras dar gracias} subió como solía a tañer las campanas, con prisa. Entonces no sentía nada. Más luego, poco a poco, le cogió una fuerte melancolía: mudósele el rostro extrañamente, y mudó el color suyo de blanco a un pardo triste. Saliéronle lunares grandes y negros; vivió otros tres años, y al fin murió casi sin que se le echase de ver. Entendióse que le entró algún humor en el cuerpo la noche del rayo, humor que le causó tales efectos.”

     El Monasterio de El Escorial ya había sido por entonces consagrado, y puesta su Primera Piedra. Curiosamente, siendo exactos, habría que decir que dos veces consagrado, y con dos primeras piedras (que deben, suponemos, seguir allí).

     La primera consagración se realizó mediante una ceremonia mágica (de nuevo nos lo cuenta fray José de Sigüenza), ceremonia a la que se negaron a asistir tanto el prior –que se disculpó diciendo que se sentía enfermo- como el Obrero Mayor designado por el rey, fray Antonio de Villacastín. El fraile declaró, “no sin cierta violencia”, que ‘asienten ellos la primera piedra, yo para la postrera me guardo’.

     La ceremonia tuvo lugar el 23 de abril de 1563. A las once de la mañana un grupo de hombres se reunió en la explanada situada al pie del monte Abantos. El lugar había sido utilizado de antiguo como almacén de las escorias producidas tras siglos de explotación minera –de ahí el nombre: el escorial- aunque en aquel momento se encontrara abandonado.

     La comitiva estaba formada por varios frailes de la Orden de San Jerónimo, albañiles, canteros y el arquitecto mayor, Juan Bautista de Toledo. El arquitecto marcó el suelo con su bastón en un punto concreto. A sus órdenes, los obreros se pusieron a cavar un hueco en la tierra. Después, uno de los frailes quitó el lienzo negro que cubría un bloque de granito procedente de las canteras de Peralejo. Felipe II había encargado a su astrólogo que le hiciese un horóscopo a la piedra. También le pidió que hiciese el suyo propio, según fray José, “en desafortunado regreso a los tiempos paganos.”

     Cuatro meses más tarde tuvo lugar la ceremonia oficial, con asistencia del obispo, el rey y su séquito. Se puso otra primera piedra –esta vez cubierta con un paño rojo- en la cual el obispo trazó cuatro cruces con un cuchillo, según el ritual al uso. Esta vez, la ceremonia fue pública.






Bibliografía.

Fray José de Sigüenza.: ‘Fundación del Monasterio de El Escorial por Felipe II’. Madrid, Apostolado de la Prensa, 1927.
Vorágine, Jacobo de la.: ‘La Leyenda Dorada’, Madrid, Alianza Editorial, 1982.
Eliade, Mircea.: ‘El mito del eterno retorno’. Madrid, Alianza Editorial, 1985.
http://historiaconminusculas.blogspot.com.es/2011/09/los-misterios-de-el-escorial.html
En la Wiki.

Están los raritos, como el tal fray José de Sigüenza, Juan Bautista de Toledo, y bastantes curiosidades.
    


Imagen Wikimedia Commons. User Xauxa. 

Comentarios

  1. Curiosa mezcla en rey tan devoto de piedad extrema con gusto por los horóscopos, la pintura de El Bosco, la astrología y su obsesión por coleccionar reliquias de santos y por encontrar la piedra filosofal, para cuya misión disponía de estudiosos con habitaciones secretas en El escorial. La leyenda del perro negro y la mala suerte pendieron sobre los destinos de la Monarquía Hispánica durante muchos años. Quién sabe si el dichoso perro no tuvo algo que ver en la derrta de la Inevncible.
    Un saludo

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  2. A mí me gustaría saber dónde están las dos piedras de fundación (honestamente, si hay que elegir, la primera, a la que le hicieron el horóscopo) y qué carallo le pasó al fraile relojero para acabar ceniciento, con pigmentación oscura y manchas en el cuerpo como si en vez de un rayo o unas piedras le hubiera caído veneno en la jarra del agua o imposible radiación. El perro seguro que era pariente del sabueso de los Baskerville, o de otros perrazos negros con muy mal meigallo. Gracias por el comentario, Carmen: un saludo.

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  3. Pero un guión de los buenos, y de los muy retorcidos...

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  4. Rarezas, leyendas y cosas de veras extrañas tiene El Escorial tantas como para escribir una Enciclopedia...

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  5. Lo del laboratorio secreto no se si sera leyenda, pero te lo cuentan. Como lo de los libros al revés.

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  6. Los libros al revés, con los lomos vueltos hacia adentro, están a la vista del visitante. En cuanto al laboratorio y a otras cuantas curiosidades, te recomiendo que le eches un vistazo a este artículo, Andrés. Gracias por tu comentario.

    http://historiaconminusculas.blogspot.com.es/2011/09/los-misterios-de-el-escorial.html

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  7. Muy interesante tu artículo, y el que le has recomendado a Andrés Soler.

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  8. Gracias. Me interesó contar las cosas que normalmente ningún guía turístico dice.

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  9. Si eso lo contó un fraile, a saber que pasaría de verdad.

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  10. También me gustaría a mí saber lo que el fraile no contó XDD

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  11. ¿De verdad los frailes ahorcaron al perro en la iglesia?

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  12. Eso contó el cronista, que también era fraile. Un lugar muy poco 'decoroso' para colgar un cadáver...

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  13. Ya decia yo que el Escorial da muy mal rollo.

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  14. Cuando te llevan de excursión con la escuela, suele dar mal rollo. A mí también me lo dio, sin explicación alguna. Luego es otra cosa. Pero estoy de acuerdo en que en especial algunas zonas hacen que vuelvas la cabeza más de lo que sería normal XD.

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  15. Gracias. Me alegra que te haya gustado, Ana.

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