La mirilla panorámica (II)




Terminó de recoger los periódicos que cubrían el suelo y las contadas gotas caídas. El salón olía a pintura hasta dar dolor de cabeza. Verde manzana y ocre. No era la Sixtina, pero le dolía lo mismo que a Miguel Ángel. El cuello, los hombros, la frente fruncida, los brazos. Limpió el rulo y las brochas. Y oyó los pasos inconfundibles de la vecina. La atenta vecina. Joaquina. Fingir no estar, imposible. Se quitó el gorro de ducha abriendo la puerta.

Nunca le había invitado a pasar a su casa. La mujer observaba esperándolo mientras se quitaba el mono de faena y se limpiaba las manos. Luego le tocó observar a él. Un piso idéntico que parecía otro mundo. Había imaginado la típica casa de anciana con fotos en sepia, algún santo, muebles años 60, tapetes de crochet y jarrones delirantes. Mantuvo la compostura. Un salón con muchas plantas vivas que continuaban su selva hacia el balcón, eso sí. Ikea, no reliquias. Colores alegres, estanterías y tecnología. Un Pc a lo sumo con un año, impresora escáner, micrófono, memoria auxiliar. Y libros hasta no dejar apenas espacio para jarrones ni figuritas. Donde no crecían los libros, se apilaban dvds.

-Es usted muy amable, gracias –dijo, sentándose donde ella le indicaba- No tenía que molestarse.
-No es molestia, es curiosidad.
Parpadeó y decidió reírse. Joaquina le ofrecía una lata de cerveza fría. ¿De oferta? Claro. Pero muy bien elegida. Puso otra para ella, y en medio una bandeja con tortilla de patatas cortada en cuadros, banderillas en un cuenco de barro y ensaladilla rusa en otro. Con colines y servilletas de papel. Casero y desenfadado.

-Ya está invitada a la fiesta de inauguración  -le sonrió a la mujer-  Y no valen excusas.
-¿También por curiosidad?
-Bastante. Y porque su tecnología es mejor que la nuestra, y eso siempre resulta interesante. Porque lee, por supuesto. Así en plata, porque me imaginaba a una señora mayor con una Santa Cena en la pared y no la sucursal del CSI.

-Iré con mucho gusto. Me has ganado con lo de la sucursal del CSI. ¿No comes?
-Tengo que ir a recoger a Estela. Comería de muy buen grado, y me tragaba la cerveza y otra más, no se lo desprecio.
-Os lo guardo. Aún no tenéis los muebles ni lo de la cocina, ¿No?
-No.
-Pues pasaos al volver y comemos.
-Es usted realmente muy amable.
-Soy la Joaquina. Joaquina Pérez Galileo, mejor de tú.
-Jacobo Mestre Díaz. El postre lo traemos nosotros, Joaquina.
-Hecho. Y ponte el casco, que los otros del casco no perdonan. Dicen que les dan un plus por cada multa que ponen.
-Descuida.




Imagen: Wikimedia Commons.

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Comentarios

  1. Muchas veces nos imaginamos cosas que son de otra manera. Me encanta.

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  2. Gracias,Merit. Muy cierto: nos imaginamos cosas, y así nos quedamos luego, descuadrados XD

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  3. Descuadradísimos. Los tapetes y las estampas de santos también me los había imaginado yo.

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  4. Esas cosas pasan. Que nadie es lo que parece.

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  5. Sí que me gusta. Lo malo es que quieres seguir sabiendo más cosas, como en los folletines por entregas de siglo XIX

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  6. Si son como los de Alejandro Dumas...enganchaban, y se vendían como rosquillas XDDD. Gracias, Andrés.

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  7. Por entregas, por entregas jjajajaja

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  8. He comentado antes, pero se ve, que se ha perdido por este inmenso mundo de Internet.
    Me ha encantado, y vuelvo a decir que desde hoy soy fan de Joaquina Pérez Galileo.

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  9. Muchas gracias...XDDD. Conste que Joaquina es plenamente un personaje creación de Leonor, como Estela. Digamos que yo hago los coros.

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