Del gusano al dragón.





      ‘Hijo de la tierra’ es el significado de la raíz indoeuropea en el que mayor número de lingüistas se ponen de acuerdo. Gusano. Y es de veras difícil poner de acuerdo a los lingüistas. Puesto que su oficio se limita a buscar raíces y parentescos entre ellas, queda mucho campo para los profanos.

     Deslizando el significado, algo que siempre sucede, gusano acaba siendo ‘todo aquello que se arrastra sobre la tierra’. Sin patas. O sobre su vientre, porque sin patas no queda mucha más opción. Los gusanos resultan muy ambivalentes. Quien los observara, y desde luego que los observaron, comprobaría que nacían de la tierra, o de la boñiga. Eran fríos al tacto, húmedos, nocturnos. Y encima, si partías en dos alguno –no todos, pero solemos quedarnos en la memoria con lo que nos maravilla- no morían. De cada mitad salía otro medio gusano, y si te limitabas a observar el asunto, en un par de días había dos iguales y cada uno se iba tan tranquilo de nuevo a ocultarse en la tierra. O sea, que los gusanos eran nocturnos, fríos e inmortales. En la buena lógica del curioso y paciente observador.

     Claro que había más gusanos, también ambivalentes y asombrosos. Unos que salían de cualquier carroña que encontraras por ahí (certificado de defunción fijo), y otros que a veces, sanaban heridas. Si ponías algunos gusanos en una herida que supuraba, la limpiaban. No se te comían entero, sólo la carne muerta. Imagino que había que tener buenas tripas para probar a ver qué pasa. Probando ‘a ver qué pasa’ aprendimos muchas cosas. Unas salían bien, otras sin comentarios y bastantes salían mal, muy mal. Pero lo que salía rematadamente mal se recuerda. Eso no lo vas a hacer más. Y se lo enseñarás a tus hijos.

     El gusano estrella acabó siendo la serpiente. No tiene patas, se arrastra sobre su vientre, es llamativa, es grande. Los observadores supieron que la serpiente no salía de la tierra ni de los muertos, salía de un huevo. Pero también supieron que se escondía cada tanto tiempo, y luego encontraban su piel seca y vacía. La serpiente también era inmortal. Evidentemente inmortal, lo habían visto con sus propios ojos. Y cada vez que volvía era más grande.

Con tantos atributos maravillosos, el gusano o serpiente tenía muchas opciones de terminar interpretando al villano del cuento. De muchos cuentos. Pero el que ahora contamos es el de la evolución en el arte románico y gótico, hasta el Renacimiento, del dragón. Las alas le crecieron muy tarde. No estaban en la memoria colectiva de miles de años de observadores. Nadie había visto nunca un gusano con alas, ni una serpiente alada.

“Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.”

Esa cita del capítulo XII del Libro de la Revelación (O Apocalipsis) dibuja el tipo de dragón más antiguo que podemos ver representado en capiteles, pinturas o manuscritos desde el Alto Medievo hasta, más o menos, el siglo XIII. En realidad, aunque a veces se le llama gusano, es una serpiente. Se arrastra sin patas. Se yergue en ocasiones, amenazador. Otras, forma parte de la misma boca del infierno por la cual son devorados los  réprobos. Tiene escamas, y si bien su tamaño resulta desmesurado –para eso es el Diablo, Satanás- cualquiera que lo mire reconoce una serpiente.

     Todos los significados se han deslizado ya. Nocturno, frío, viscoso, vinculado a la tierra, capaz de matar con su veneno. Y la muda de piel ya no se entenderá como inmortalidad  –en el nuevo modelo religioso sería blasfemo- si no como un disfraz. Tomar cualquier forma, dejar una y asumir otra, hacer trampa, mentir como el Diablo miente.

     Los dragones serpentarios llenarán de color medio milenio de arte. Ahora son malvados, pero siguen mostrando colores delirantes, un trabajo minucioso y detallista. Son reconocibles, no se los carga con una fealdad deformada intencional. Terribles y peligrosos, sí. Pero conservan un cierto respeto argumentable. Para seducir a sus víctimas, el Diablo ha de ser hermoso, convincente. Ambiguo. Tiene que tener algo valioso que ofrecer a cambio del alma del incauto.

     Luego, algo cambia. Tímidamente, al principio.





A los gusanos-serpiente empiezan a salirles alas. Unas alas bastante torpes, por cierto. En la ilustración vemos que no cabe achacarlo a falta de pericia técnica. El tallista se ha esmerado con una compleja cota mallada sin perdonar detalle. La cota la ha visto muchas veces. A la nueva criatura híbrida jamás la vio, y quien se lo ha contado no se ha explicado del todo. O es posible que el mismo tallista no termine de entender para qué quiere alas un gusano, ni de dónde le salen, ni para qué le sirven.

       Los dragones alados ‘estilo chino’ aparecen en torno a 1260, al igual que las Danzas de la Muerte. En Italia. Vinculados a dos corrientes que traen información desde oriente. No sólo oral, si no la propia de los artistas itinerantes: bocetos, cuadernos de notas, apuntes. Una de las fuentes de las danzas macabras es el intercambio cultural propiciado por el comercio que circula por la vieja ruta de la Seda y atraviesa los reinos latinos de los cruzados. Después de todo, la historia de Buda en ese episodio concreto es un ejemplo moral que sobrepasa los límites de cualquiera de las religiones establecidas en la zona. La muerte iguala a todos. Una buena historia que nadie podría refutar.

     Y los dragones con alas vienen entre las mercancías. Pintados, tallados, convertidos en todo tipo de decoración de objetos más o menos suntuarios que llegarán muy lejos. ¿Son también el diablo, como los gusanos?...Posiblemente, puesto que siguen interpretando el papel del villano. Desde luego, son mucho más terribles y más exóticos. Más poderosos. Ya no sólo tientan a incautos, entran en representaciones heroicas, como la clásica iconografía de San Jorge.

     Curiosamente, los nuevos dragones alados cederán pronto el protagonismo en las artes. Y fueron las Danzas de la Muerte, en origen parte de la biografía hagiográfica de Buda, las que llenaron los escenarios. Más que la serpiente antigua, incluso más que el mismo diablo. Cuando en el siglo XIV la peste se enseñoreó del mundo conocido, los dragones se fueron a dormir.

Aunque no del todo. Dejaron de ser una parte posible de mapas que cada día eran más imposibles, según se delimitaba el mundo. Salieron del pequeño rincón hacia lo simbólico. Por eso aún viven. Y aún creemos en ellos.





                                              Bibiografía.

BALTRUSAITIS, Jurgis.: La Edad Media fantástica. Cátedra S.L.






   

Comentarios

  1. Y lo de la historia de Buda, ¿quien lo trajo para occidente? Me gusta el artículo. ¿La ruta de la seda y los cruzados?

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  2. Saludos, Ana: los cruzados trajeron una historia a la cual conocemos como 'Barlaam y Josafat', con muchos ecos de su origen en los relatos sobre Buda. Y también por sus rutas pasaron los objetos muebles y sus decoraciones, los dragones alados, las leyendas. Según Baltrusaitis (que dedica un libro entero a argumentarlo) los franciscanos, gente liviana de equipaje e inquieta, colaboraron y/o fueron pioneros en pasar a occidente el Cuento de los Tres Vivos y los Tres Muertos, que sería el origen de las Danzas de la Muerte. Que la muerte iguala a todos era un tema que podía ser visto por cualquier religión sin pelear por ello.

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  3. Hola buenas tardes. El capitel es de Santillana ¿verdad?

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  4. Buenas tardes: si, es del claustro de Santillana. Buen ojo!

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  5. Me ha encantado. Escribes muy buenos artículos de divulgación.

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    1. Gracias, Andrés. Un comentario muy amable. Trato de mantener el interés de quien lee, y que el texto resulte comprensible.

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  6. Excelente artículo. Baltrusaitis es poco conocido.

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    1. Qué razón tienes, Sota. Cualquier dia lo descatalogan. Una lástima.

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  7. Toda la razón, Sota. Cualquier día lo descatalogan. Una verdadera lástima.

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