El robot de cocina (I)



Este relato está relacionado con ¿Hablas Coreano? Cuenta como fue a parar el robot de cocina al lado de un contenedor de basura antes de que nuestra okupa lo encontrara y se lo llevara.


Marisol era una gran suegra: no hacia visitas inoportunas y quería con locura a Julia, la pareja de su hija Malena. Había tan solo un tema en el que las tres, más bien nuera y suegra nunca llegarían a entenderse.

Mientras Malena estuvo en la universidad y compartía piso con otros estudiantes, los lunes regresaba con la maleta  más llena de tupperwares que de ropa, repletos de comida que Marisol le había preparado para que no se muriera de hambre.

De regreso a casa, al nido materno, volvió a degustar las delicias culinarias de su madre, trabajos a media jornada y bajo cuerda que le permitieron cierta independencia y convertirse en mochilera.

En uno de aquellos viajes conoció a Julia, una rubia de metro noventa, pecosa, de la que ya no se quiso separar. Julia era noruega, había cambiado los fiordos por el sol del sur de Europa y por una ciudad de costa en la que se sentía como pez en el agua.

Malena, pequeñita y morena, con mucho genio como lo tenía su madre, hizo las maletas y se vio en una pequeña buhardilla desde donde el mar se veía cada mañana.

En una de las visitas que Marisol les hizo vino con una caja de cartón en la maleta. Sabía que Malena era a sus ojos una negada para la cocina y aquellos platos tan raros que hacia su nuera no le acababan de gustar.

Era un robot de cocina, los vendía su amiga Margari. Era chino o japonés, no estaba segura y se lo había dejado a mitad de precio ya que las instrucciones tan solo estaban en coreano.
Les dio una charla. Hasta les mostró cómo iba, para que no tuvieran ninguna duda de que funcionaba.

El robot pasó a formar parte del mobiliario de la casa y sobre todo se colocaba en  primera fila cuando venía de visita Marisol.
Era viernes por la noche, unas llamadas y unas compras fueron preludio de una velada animada con varios amigos, muchas risas, unas birras y unos cubatas hasta bien entrada la madrugada.

La resaca de la mañana siguiente trajo consigo un resultado no esperado: el robot de cocina que la noche anterior había sido causa de bromas y de risas no estaba en su sitio, y por más que lo buscaron no apareció.

Fuente imagen: Propia, bajo la misma licencia que el Blog. 

Si quieres leer la segunda parte, pincha aquí.


Comentarios

  1. He leido antes los otros dos relatos. Me encantan. Da gusto leerte.

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  2. La historia de los tupper me suena a mis tiempos de estudiante de carrera en Salamanca, cuando me iba de casa los domingo con una mochila cargada con cajas de comida que estiraba para toda la semana. Y ropa limpia, y dinero para lo imprescindible, y consejos de "llámame en cuanto llegues al piso"...
    ¿Dónde habrá ido a parar el robot de cocina?
    Un saludo

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    1. Pues la ultima vez que lo vimos la tenia en su casa la chica okupa protagonista de lees coreano. Thorongil ha escrito una segunda parte de este relato. Todos hemos sido estudiantes y las madres siempre nos daban buenos consejos. un abrazo.

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  3. Nos vamos a enterar después de todo XD

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  4. salio aventurero y quien sabe si todavía tendrá mas aventuras cuestión de esperar. un saludo.

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  5. Como las abuelas rusas, las muñecas de madera, cada una tiene otra dentro.

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  6. si Sebastian y así es la vida también unos acontecimientos se hilan con otros y cuando uno menos se lo espera se encuentra con una colección de matriuskas que poder contemplar, abrir o jugar eso y es cuestión de cada persona. un abrazo.

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    1. un poco de buena lectura para un dia de descanso, contenta de que te agrade presentación.

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  8. El relato no ha perdido fuerza, al revés. Qué buen trabajo.

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    1. Gracias Ari, por aquí los relatos se asemejan al buen vino cuanto mas tiempo pasa mas intensos y mejor sabor dejan. un saludo.

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    1. :) tiene su punto me alegra que te guste, buen finde.

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