Aleaume nació en Loudun, Poitou, Francia: hijo de una
familia de la alta nobleza, siendo joven decidió peregrinar a Roma sin ser
reconocido. Adoptó el disfraz de un sirviente, y a su regreso ingresó en un
monasterio benedictino. Cabe suponer que la desaparición de un joven noble dado
a la religiosidad no pasa desapercibida, y terminaron por encontrarlo. Ya había
profesado, en ese sentido no había nada que hacer. Pero se le acabaron las
posibilidades de vivir como un sencillo monje anónimo. Sabemos que poco después
era abad de la Chaise-Dieu, en Auvernia, y que tenía contactos con la corte. Constanza de Borgoña, nieta de reyes, se
disponía a viajar a León para contraer matrimonio con Alfonso VI. Le pidió, o
le ordenó, que le acompañara como parte de su séquito y de sus privados.
Aleaume recaló en la corte, en Burgos. Pronto fundó
un monasterio y una hospedería para peregrinos a Compostela en las afueras, al
lado del río Vena. El nombre resultaba bastante impronunciable, de modo que
probaron primero con Adelelme, luego con Adelhem, y terminaron por recortarlo a
Lesmes. Del monasterio de San Juan Evangelista nada queda, pero sobre la
iglesia se levantó otra ya en el siglo XV que aún sigue ahí, entre ruinas
románticas con un halo extraño y el siseo eterno del Vena, el río más
insignificante de Burgos. Y el más peligroso. Lesmes murió en 1097. Entonces el
hombre conocido por los códices y los archivos pasó a la leyenda, uno de los
santos del camino que lo fueron por aclamación popular, y lo apuntaron al gremio
de los santos hospitalarios (cosa que fue) y al de los que crean puentes, dominan
las aguas y devuelven la vida. Se dice que en su tiempo, tanto peregrinos como
gentes del barrio vadeaban el traicionero Vena para ir y venir de Burgos. En
una de sus repentinas crecidas de primavera, de esas canallas que suceden en
media hora y lo arrasan todo, estaba ahogándose un muchacho. Lesmes le lanza su
báculo abacial –que no sería de madera, por cierto, sino de metal como
corresponde a un favorito de la reina- y el báculo a sus órdenes llega hasta el
mozo y lo trae a la orilla sano, salvo…y seco. Luego Lesmes mismo trabaja en un
puente de madera, que más tarde sustituye por otro de buena piedra, a su
vez rodeado de leyendas. Por eso es patrón de Burgos, muy visitado su sepulcro,
y sonada su fiesta el 30 de enero.
Domingo García nace en Villoria de Rioja, Burgos, en
1019, hijo de Orodulce y Jimeno, labradores. A la muerte de sus padres intenta
ser monje benedictino, pero no es admitido. Decide entonces
retirarse como ermitaño en los encinares de Ayuela, cerca de la actual Santo
Domingo de la Calzada. Tras unos años de soledad conoce al legado papal
Gregorio, obispo de Ostia, enviado por Benedicto IX para conjurar una plaga de
langosta que asolaba Navarra y La Rioja. Agradecido por su ayuda, Gregorio lo
ordena sacerdote, y juntos levantan un puente de madera sobre el río Oja para
facilitar el paso a los peregrinos a Compostela.
Tras la muerte de
Gregorio Domingo regresa a los bosques de Ayuela, y comienza una labor de colonización
desbrozando bosques, roturando tierras y construyendo una calzada de piedra al
estilo romano que le valdría su sobrenombre.
Sustituye el puente de madera por otro de piedra, y levanta un complejo compuesto por hospital,
pozo e iglesia para servir a los viajeros. Actualmente, si bien remodelado,
existe como la ‘Casa del Santo’, y continúa siendo albergue de peregrinos.
Logra el apoyo y la ayuda económica del rey Alfonso VI, y junto a su discípulo
Juan de Ortega inicia un gran templo que llegará a ver consagrado y donde
elegirá un rincón para su tumba.
En el caso de Santo Domingo de la Calzada, la
leyenda viajó muy lejos. Sus milagros, algunos cómicos como el de la gallina
que cantó después de asada, siguieron los caminos de Santiago hasta Francia,
Alemania, Italia e Inglaterra. También él perteneció al gremio de los hospitalarios, constructores,
pontífices, señores de demonios, amos de los elementos y capaces de devolver la
vida.
Se quedan muchos en el tintero, o para mejor
ocasión. Es posible que las leyendas del Camino no sean infinitas, pero son
inagotables.
Imágenes:
1. Ruinas de San Juan, junto a la Iglesia de San Lesmes, Burgos. Fotografía propia.
2. Tumba de San Lesmes, Burgos. Fotografía propia.
3. Tumba Santo Domingo de la Calzada. Catedral, cripta. Wikimedia Commons.
¡Cuántas historias olvidadas se pueden rastrear a lo largo del Camino de Santiago! Han sido tantos los peregrinos que han caminado por sus caminos pedregosos que es posible que sean tan numerosos como las estrellas del cielo. Y de todos elllos, lo creamos o no, queda una huella, un rastro, un recuerdo prendido en las rocas, en los ríos, en las márgenes del camino. Solo hay que pararse a escuchar sus murmullos flotando en el aire.
ResponderEliminarUn beso
Un comentario precioso, Carmen. Gracias. Un abrazo, y feliz fin de semana.
ResponderEliminarMe ha encantado. Que poco sabemos de lo que tenemos tan cerca.
ResponderEliminarSuele pasar, Sebastian: que pisamos el mundo y sus tesoros y sus pecios...sin darnos cuenta.
ResponderEliminarConozco bien Burgos y sus fiestas. Encantador el post.
ResponderEliminarMuchas gracias: me alegro de que te haya interesado.
ResponderEliminarMuy bueno y muy interesante.
ResponderEliminarMuchas gracias, Lucas.
ResponderEliminarMe ha enganchado jjajajaja
ResponderEliminarMe alegro. Es posible que las leyendas, e incluso la zona, te resulten familiares.
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