Yo ya había estado allí antes, lo que me brindaba la
innegable ventaja de saber qué tenía que buscar. Una cortina en el muro norte
de una catedral. No una colgadura de
esas guardadas tras un cristal antibalas, ni tampoco las que salen en las pelis
en blanco y negro (ese viejo tapiz sobre un lienzo de piedra bajo el que asoman
los pies del villano, daga en mano). Es una anodina cortina oscura de
terciopelo del malo, con polvo casi arqueológico y mucho más raída de lo que
sería menester.
Tras la cortina hay una pequeña puerta de madera
siempre abierta. Si alguien de los que visitan la catedral te ha visto
casualmente, mira dos segundos a otro lado y luego de nuevo hacia dónde
estabas, has desaparecido. La distancia hasta cualquier lado es demasiado
grande como para que la hayas recorrido en segundos, de manera que parece que
se te ha tragado la tierra. Puf.
Se te ha tragado la pared. La anchura de los muros
de una catedral es más que suficiente como para que el maestro de obras, o
quienes hicieron el encargo, incluyeran dentro de ellos una red de pasadizos.
Así se mataban varios pájaros de un tiro. Excepto en puntuales lugares de
descarga, puedes aligerar el peso del edificio -lo que permite que sea más alto y más grácil- a la
vez que creas una cámara de aire. Si el aire circula evitas mohos, humedades,
calor, frío y ruidos.
También sirve de camino de ronda interno (hay muchas
aberturas estratégicas que dan a la calle, incluida una para lanzar líquidos),
lo que sin duda era oportuno para la guardia del Obispo. Nunca nos han contado
del todo bien la inmensa cantidad de motines antieclesiásticos que hubo en la
Edad Media.
Serviría asimismo para acometer reparaciones desde el interior, y (¿cómo no pensarlo?) fijo que más de uno del cabildo catedralicio se sabía los caminos sin necesidad ni de prender una vela, y salía por ellos tan callado como un ratón, vestido de paisano, para rematar la noche en algún local del barrio de pie de muralla. O de más alcurnia.
Serviría asimismo para acometer reparaciones desde el interior, y (¿cómo no pensarlo?) fijo que más de uno del cabildo catedralicio se sabía los caminos sin necesidad ni de prender una vela, y salía por ellos tan callado como un ratón, vestido de paisano, para rematar la noche en algún local del barrio de pie de muralla. O de más alcurnia.
Hay aberturas hacia el interior de la
catedral, y no especialmente disimuladas como trucos de magia o trampantojos.
Pero lo invisible es lo que no debería estar ahí; nadie espera ver pasar una
cabeza curiosa a bastante altura en lo que creen que es un sólido muro de
sillares macizos, así que no lo ven. Y si aun así alguien creyera haber
atisbado una sombra fugaz, lo achacaría a la dureza de la etapa, al hambre o a
los dos vinochos a palo seco que ya se ha envasado. Igual hasta le sirve de
corrección devota, para no entrar bebido en una catedral.
Subiendo vas a dar a los tejados. Lugar sin duda
algo peligroso, pero tan atrayente como todos los abismos. Intentas no
despegarte mucho de las estructuras de piedra, ni andar haciendo necedades a
nosecuantos metros de altura. Para empezar, te cagan las palomas. No les gusta
nada (es razonable) ver pies con botas tan cerca de sus nidos. Luego miras.
Bosques de arbotantes, tejas viejas y nuevas, parcheados, láminas de plomo para
canalizar las aguas hasta las bocas de las gárgolas. Silencio. Espías. Allí
abajo se afanan las hormiguitas atareadas. Los tejados de una catedral no son
la cima del mundo, pero como yo nunca he estado en la cima del mundo, me valen.
Como Quasimodo sin campanas. Como todos los que se afanaron durante siglos para
rematar las obras. Es un plano que puede pisarse. En cierta manera, es magia.
Cuando por fin bajas te detienes tras la raída
cortina. Piensas que sería genial espiar hasta tener a tiro a un incauto, salir
de golpe y darle un susto de muerte. No lo hice, no sé por qué. Pero me hubiera
encantado.
La catedral es la de Santo Domingo de la Calzada.
Buscad la cortina y la puerta en el muro norte. Y luego, contadlo.
Imagen: Wikipedia Commons.
Que interesante...
ResponderEliminarMe alegro de que te lo parezca. Gracias por leerlo.
Eliminar¿Y dejan pasar o te colaste por la jeta?
ResponderEliminarNunca pregunto. Si está abierto, entro.
ResponderEliminarSe nota cuando se habla de aventuras y cuando se es un aventurero.
ResponderEliminarO un curioso impenitente XDD...Gracias por comentarlo, y por leerlo.
ResponderEliminarMe gusta. Mucho. Menudo tienes que ser tu jajajjjaa
ResponderEliminarSi no está cerrado, entro. Y si hay duda razonable, me cuelo. Se me da bien disculparme con cara de total despiste y gesto compungido. XD
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