Para muchos ojos el Camino de Santiago es casi una aventura libresca hecha realidad. Como toda aventura que se precie
tiene sus dificultades, sus malos ratos y sus sustos. Pero a cambio recuerdan
luego (o es lo que la muy amplia mayoría recuerda) una camaradería como la de
los mosqueteros, una hospitalidad y un encanto envueltos en su halo irrealmente
dorado, la maravilla de descubrir lugares y cosas que ignoraban. Recuerdan
calidez, compartir, apoyar y ser apoyados, una lealtad sin fisuras, y amistades
hechas a golpe de botas y de aguaceros o solanas. Hasta el importuno
ladronzuelo se tiñe con los ropajes de la picaresca de libro y cumple su
oficio. Todos y todo tiene un lugar, un rol, un significado, un objetivo.
Sin duda es cierto. Aunque a los que no lo han vivido
esa locura les parezca larguísima y agotadora, desde dentro posee su compás, su
ritmo interno, y al final la aventura es siempre demasiado breve. El tiempo se
encoge vertiginosamente a medida que para ti se acerca también el final de la
magia: cuando quemas las botas y te vistes de limpio y coges un bus o un tren,
dejándolo todo atrás. Las lágrimas ocultas pero no menos ardientes son
optativas. Pocos hay que no hayan pasado por ellas.
La mayoría de la gente lo ve así porque su fluir es,
pese a todo, rapidísimo. Porque les supone una ruptura radical con lo
cotidiano. Porque resulta tan inmediato y tan vital, tan intenso, que tiene
algo de montaña rusa. Pocos escuchan y entrevén qué hay en los cimientos. O en
los sótanos. Ante todo, dos corrientes que se superponen, se vigilan mutuamente
e intentan monopolizar ciertos lugares. Monopolizar unos y dificultar otros.
Hay albergues controlados por la Iglesia Católica. Muy controlados, suelen
estar pared con pared con otros digamos heterodoxos o nada ortodoxos, y en
medio haber alguno de los que sencillamente van por libre y no se casan con rey
ni roque. También están los que gestionan las comunidades autónomas, lugares
tan neutros como un edulcorante. Y en los años santos, cuando por no haber no
hay ni cunetas bastantes para echarse a dormir en ellas, los campamentos del
ejército. A cada quien lo suyo: sus barracones-ducha y sus tiendas de campaña
hacen palidecer por limpios a la mismísima patena.
Así la gente observadora va de lo neutro a lo
castrense, del albergue gratis al de limosna, de los de pago sencillito a los
de algunas (o muchas) campanillas. Desde los que tienen solera y son de la
república independiente de su casa, pero cierran el pico y no se meten en
banderías con tal de que no se meta nadie con ellos, a las puertas cerradas de
los ensotanados curas del Opus Dei; y de esos a minimonasterios como el benito
de Rabanal del Camino, muy bien colocado por cierto para contrarrestar al
heterodoxo Tomás, que ya sale hasta en las guías de peregrinos.
En esos sitios tan disputados incluso los hay de
gente con humor que sale por peteneras y por sus fueros, llama a su albergue
"El pequeño Potala", y ahí queda eso. O lugares que te dejan flipado,
como aquel de San Nicolás regentado por cofrades sobre un puente y en muy
antigua ermita, que incluye en la hospitalidad de la casa lavar UN pie al
peregrino. En mala hora bromeé yo con lo de que tal salir y entrar de nuevo a
ver si me lavaban el otro también. Los cofrades no gastaban mucho humor. Cosas
que pasan.
Vamos, que se vigilan. Se observan. Se espían. Lo
divertido es que la gente en general ignora tales tejemanejes. A lo más se
pregunta qué carallo hace un minimonasterio nuevo de frailes benitos en un
pueblo cuyo censo es de veinte habitantes. O que hacen los del Pequeño Potala
arriscados en una aldehuela en la casi cima de un monte. O por qué unos y otros
y los de en medio y el mismo diablo se apretujan en determinados enclaves, de
modo que encuentras cinco albergues (el monasterio benito uno de ellos) en un
tramo de 10 Km. Todos cantando aquello del "no nos moverán".
Por supuesto cada quien tiene sus gustos, sus
lealtades y sus fobias. Sorprende más, si llevas intención de enterarte por lo
menudo del enjuague, lo sólida que es la red de información que corre entre
albergues. Saben lo que ha pasado al detalle. Saben quiénes hacen trampa, y
cómo. Saben que hay lugares en los que no pidas hospitalidad así tengas encima
una tormenta peor que las plagas de Egipto, porque sólo entran los suyos, que
para más inri van con autos de apoyo y luego se cierran las puertas como las
del castillo, y allá se pudra el resto. Lo sé bien porque pasé una noche en la
puerta de una iglesia, con la fría piedra por jergón y un nido de lechuzas que
no me dejaron dormir y encima me cagaron, que se le va a hacer. Me vengué del
negro opusino, pero no contaré como. Los correveidiles y las noticias vuelan
mágicamente por zonas a las que el cartero ni llega. Y son fiables, dentro de
las noticias que les interesan a unos y otros: y a ti, por supuesto.
Advertencias, recomendaciones, contraseñas. Alabanzas a veces, y otras sapos y
culebras. Hay un camino secreto que sostiene al Camino, donde cualquier novela
se queda muy, muy corta. Quede por aviso para navegantes: para ver cosas no
basta con la superficie.
Nota: Lo que se llama cotilleo o 'escándalos' son tan frecuentes en el Camino como en cualquier parte del mundo, nadie se llame a engaño. Lo inusual, y hasta raro, es que trasciendan. Pasan cosas, nadie se entera. Esta vez no. Malévolamente incluyo el enlace de algo que pasó hace tres años, para dar un cuadro más amplio y no ver las cosas desde un solo ángulo.
Imagen: cedida por un compañero de Camino, bajo la misma licencia que el blog.
Me gustaría saber más de todo eso. En serio. Y ahora se me antoja tonto no haber sumado dos y dos.
ResponderEliminarPara sumar nunca es tarde, aunque a tí (sin duda) te saldrán cuentas distintas a las que a mí me salieron. Si te apetece comentarlo, será un placer.
ResponderEliminarMuchas cosas sabes tu de León y del Bierzo.
ResponderEliminarAlgunas, no muchas. Las que sabe quien camina. Gracias por comentarlo.
ResponderEliminarMucho sabes, como dice "la" oráculo XD
ResponderEliminarLas que he visto y experimentado. Fue -en mis varios caminos a santiago- un tramo especial, León y el Bierzo. Aprendí mucho, y ya se sabe: de bien nacidos es ser agradecidos, Andrés.
ResponderEliminarMi hermana y mi hermano también son cotillas jajajajajajja
ResponderEliminarCuriosos, se dice 'curiosos' XDD
ResponderEliminarMe deja pensando.
ResponderEliminarEs para pensar curiosamente si se conoce la zona, Juan. Muchas gracias por leerlo, y por tu comentario.
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