Cuando mi señor Saúl descendió de la montaña me hizo
llamar. Faltaba mucho para el alba, pero aun así me ordenó despertar a Caleb,
su escudero. Y me ordenó también recorrer el campamento llamando a sus
capitanes, de modo que todo estuviera dispuesto para la batalla cuando el sol
se levantara. Me pareció que mi señor había encogido, y que había nevado sobre
su barba y sus hombros. Podía ver en su hombro la sombra blanca de la
muerte, y corrí a cumplir sus órdenes. También corrí para apartarme de su lado.
He traicionado al Señor para escapar del destino; pero
el Señor me había traicionado antes a mí, negándose a escucharme. La hechicera
se alejó caverna adentro hasta que ya no pude oír sus pasos. Entonces apuré la
copa, y con la estaca de resina que aún sujetaba en las manos encendí las otras
doce clavadas en el suelo de tierra.
Y miré. Dibujos en las paredes. Colores en los que
brillaba el fuego de las antorchas y el goteo sin sonido de incontables años de
agua. No tenían sentido. Me pareció que las figuras se movían. Ya no tenía
frío.
Había un hombre en la pared. De anchos hombros y
pelo rojo, desnudo, con un cetro en la mano y una corona de espigas ciñéndole
la frente. Una multitud lo rodeaba bailando, tocando panderos y flautas,
mientras algo más allá podía entreverse la silueta de una mujer ataviada como
una reina.
Traicioné al Señor. Me uní a la fiesta. Oí la
música. Mientras las figuras vivas danzaban en espiral rodeándome, vi el
agujero en el suelo de tierra roja que la Bruja de Endor había hecho. Supe para
qué servía, y cuál era el pacto.
La hechicera me sonrió como una máscara mientras me
levantaba de la tierra, con la vista borrosa y la cabeza retumbándome. Sudando.
Vacío. Me prosterné a sus pies. Y de su boca brotaba la voz de Samuel, al que
yo había invocado. El que volvía subiendo de entre los muertos a la orden de
ella.
Miraba las paredes pintadas y el agujero del suelo,
no su vaga sombra. Me profetizó que moriré mañana, junto con mis hijos. Que
seré derrotado. Que todo ha sido en vano porque desobedecí al Señor. No he
escapado al destino, pero sí he entrado en la rueda. He visto en la pared un alacrán
rojo con su cola enhiesta, clavado en mí mientras yo me clavaba en la tierra
roja como el escorpión. La rueda nunca se detiene. Los que temen al Señor están
equivocados.
Mi señor Saúl fue derrotado en la batalla, y vio
morir a sus tres hijos. Llamó a su escudero para que lo rematara, pero Caleb no
osó alzar la mano sobre su rey. Saúl se dejó caer sobre su espada clavada
enhiesta en el suelo. El día fue el de
la matanza. Algunos dijeron que cuando el sol se puso los cuervos no graznaron,
y que un fantasma de rostro blanco, la misma muerte, vino a reclamar su cuerpo.
Nadie lo sabe con certeza. Pero las gentes de las tribus aseguran que Saúl fue
llevado a la cima del Monte Atabyrio, y quedó ensangrentado sobre una gran
piedra hasta que aves y bestias lo devoraron. Si fue así o no, yo no podría
jurarlo sobre el altar del Señor.
“ [Jesús] Quiso también ascender al monte Tabor, que
los griegos llamaban Atabyrio, pero su madre no le permitió ir (…)
- Es un lugar peligroso –le dijo- para quienes no temen
a los animales salvajes, y también para quienes temen.
- ¿Qué hay en la cima?
- Una ciudad que se debe evitar, rocas desnudas,
malos espíritus, y una piedra movediza que llaman el Talón de Piedra.
- ¿Por qué la llaman así?
- Esa no es una historia para niños.”
(Graves, Robert.: Rey Jesús. Barcelona, Edhasa, 1984)
Imagen: Wikipedia, Creative Commons.
Esta vez me he perdido un poco, o me he asustado mucho jajajaj.
ResponderEliminarTiene su cierto aire de cuento de terror, imagino, aunque no era eso lo que quise contar. Pero ya se sabe: los escritos son como los capiteles, o los cuadros...Son siempre iguales, pero cada persona que se acerca a ellos ve algo diferente. Gracias por leerlo.
ResponderEliminarQue bueno es.
ResponderEliminarGracias. Me gustaría saber por qué motivo ha parecido 'bueno'. Si puede ser.
ResponderEliminarA mi también me parece muy bueno. ¿Por? Porque suena real. Demasiado real.
ResponderEliminarA mí me pareció tan real como para atreverme. Muy amable el comentario.
ResponderEliminarMuy sutil, y aún más tremendo. Es brillante.
ResponderEliminarGracias, Juan Marcos.
ResponderEliminarImpecable.
ResponderEliminarNo de todo, no es adecuado el lugar. Pero, digamos, razonablemente atrevido.
EliminarQuería decir que le ha faltado osadía XD
EliminarNi le falta ni le sobra.
ResponderEliminarMuchas gracias. De veras.
ResponderEliminarJuer que miedo. Me gustan mucho las de miedo.
ResponderEliminarGracias, Juan. Si te parece de miedo, está bien. XDD
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