Cien escalones.




Nunca los conté. Lo mismo cien no eran. Muchos, sí. Cuando se tienen diez años hay que empezar a elegir. Lo posible, que no es gran cosa. Disponía de 24 horas semanales fuera de los muros de un internado, y de 25 pesetas como paga. El tiempo no podía negociarse. La inversión, sí.

Daba para una sesión de cine a la que llamaban matiné, un programa doble apto para todos  los públicos. O para darme a la gula, cucuruchos de papel de estraza con pipas y alguna golosina más. O para ir al mercadillo y cambiar novelas usadas por otras pagando un plus si la que cogía era mejor que la que dejaba. Todo era posible, pero tan sólo cabía una elección por semana.

O alguna cosilla más osada. Dos opciones más. Pagar al barquero (no, a Caronte no, al barquero) y disfrutar de una pequeña travesía cruzando el río y viceversa. O pagar al guardián de la torre. Lo de la torre tenía sus inconvenientes. Si un niño hace hazañas y nadie las ve, ni le aplaude, ni lo sabe, acaba un tanto frustrado. Yo era un niño raro. Eso lo sé ahora, no entonces.

Vale, pagabas al guardián de la torre. Y subías, peldaño tras peldaño. Todo estaba oscuro, muros gruesos y escalones muy desgastados sobre todo en el centro, y echar mano a la pared donde tampoco hay en qué agarrarse. Yo era un niño miope con lentes. Muchas cosas me daban miedo, sobre todo porque no las veía claramente. Pero estaba más sonado que una maraca, y algunas veces me creía el Cid Campeador y que me echen sustos, que me los como. Más o menos.
Arriba la penumbra se convertía en luz cegadora. Mirabas en torno. Cuatro lados de un campanario. Dos campanas por lado, que son ocho. Y una central, la que impresionaba y te dejaba sin aliento. Nueve.

Esa campana no tenía un badajo dentro. Si mirabas despacito, pensando, veías un mazo de hierro enorme conectado por un grueso cable metálico a un mecanismo. Cuando era la hora todo eso empezaba a crujir, se tensaba el cable, se alzaba el mazo, y golpeaba por fuera el borde de la campana.

 Si la campana no tenía badajo dentro, era enorme –que lo era- y debía pesar una tonelada, podías agacharte para luego ponerte de pie dentro. De la campana. De eso iba el reto. Esperar a que crujiera todo y a que dieran las doce del mediodía.

Salías de allí un poco como en las viñetas de los cómics, vibrando y con los pelos de punta. Sordo, no. Si osabas pasar por la experiencia te dabas cuenta de que dentro, de pie, no había sonido. Sólo vibración. No sabías por qué, lo de la acústica aún no lo habías estudiado. Ni maldita la falta que te hacía. Iba de otra cosa. Tampoco sabías por qué no estabas muy centrado bajando de la torre. Por qué de repente tenías sensaciones distintas, por qué te seguían vibrando –ya en sordina- hasta las tripas.

Aparte de aquello de haber hecho la cabra, y mucho, una vez más puedes elegir. Olvidar lo loco que estabas de crío, total ya se sabe, travesuras, o no olvidarlo nunca. Yo elegí interesarme por la acústica, entre otras cosas poco apropiadas para un chico de letras. Elegí enamorarme de las campanas, desde su realidad física hasta su simbología. Aprendí, a lo largo de muchos años, a distinguir sus voces, sus aleaciones, como fueron fundidas, cuantos errores se cometieron, qué se hace con una campana rota (o ‘muerta’), y por qué se las bautiza, se las trata como  seres con alma. Ya sé que fui un nene bien raro. Nunca he lamentado los caminos que tantas rarezas me han hecho recorrer.



Imagen: Cuerpo de campanas, Wikipedia, Creative Commons.

Comentarios

  1. Un año de estos los reyes te acabaran trayendo una campana seguro. :)

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  2. Siiiiiiiiiiii...una campana con más campanas, y para las campanas una torre, y para la torre una encomienda, y para la encomienda ya veremos XDDDDD

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  3. jajajajajaja espera que primero llegue la campana.

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  4. Debiste ser un chico bastante travieso y algo "raro" XD

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    1. Las dos cosas, para ser honesto. Lo "raro" es que todavía lo soy XDD

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  5. Pues yo me hubiera pasmao de miedo. Seguro.

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  6. El miedo, o el 'morbo', eran la gasolina XDDD

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  7. Respuestas
    1. Yo era muy silencioso y muy discreto XDD. ¿Peligro? Más que McGyver borracho.

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  8. Bastante, Juan. Pero molaba...cómo molaba!

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